A continuación ofrezco una serie de textos de Klaus Berger, autor del libro “Jesús”, en los que se aborda la actividad de Jesús en contra de los “espíritus impuros” tal como hoy nos presenta el Evangelio.
Escrito por Paco Sales Casanova
«A los exorcismos ─la actividad de Jesús contra los demonios, de la cual dan testimonio los evangelios─ se halla ligada una concepción de la realidad según la cual el ser humano, con su psique, no es el centro de todas las cosas ─este no es más que un mito de moda que ya ha dejado detrás de sí sus mejores días─, una concepción de la realidad según la cual el ser humano está más bien inmerso en relaciones con personas y poderes exteriores a él». El mal habita en mí pero es extraño a mí, no me pertenece por naturaleza, por eso puedo ser liberado de él. «Siempre se trata de la experiencia: “¡Ése no soy yo!”, una experiencia que hay que deslindar claramente de las perturbaciones psicopatológicas». «El mal no es solo violación de preceptos y reglas, sino que, en la experiencia de las personas, es violencia que agarra desde fuera, un poder pérfido, insidioso, refinado, adictivo».
«Seguramente no se debe agobiar a las personas afirmando que están poseídas. El sentido del discurso sobre los demonios en el Nuevo Testamento no radica en atemoriza, ni en humillar a las personas. Jesús quiere combatir estos poderes y quebrar su dominio. Aunque les resulte embarazoso a teólogos y responsables eclesiásticos: en Jesús, el exorcismo es casi una suerte de sacramento (eso es, un signo de salvación que opera lo que anuncia). La praxis de su predicación consiste esencialmente en liberar a las personas del dominio del diablo por medio de palabras autoritarias pronunciadas con poder». En el ritual del bautismo se mantiene la pregunta: «¿Renunciáis a Satanás?», a lo cual se responde: «¡Sí, renuncio!».
«Jesús quiere combatir estos poderes y quebrar este dominio. Es una lucha por cada individuo, cada persona se convierte en un parcela de territorio liberado». «El ser humano siempre tiende primero la mano, y el maligno o el mal se toma el brazo entero». El padrenuestro termina con la petición «líbranos del mal» que en realidad, etimológicamente, quiere decir: «líbranos del maligno».
«A diferencia del difuso y a menudo minimizador discurso sobre el mal, el discurso sobre el diablo tiene la ventaja de que se le da nombre al mal». «Una mirada más profunda a la historia muestra que los abismos del mal, a los que el ser humano se asomó en Auschwitz tanto como en la Ucrania estalinista, transcienden lo humanamente posible (sin querer disculpar con ello al hombre), porque remiten a algo inefable, absolutamente malo».
En el interior de todo ser humano se dirime una lucha por él mismo, entre fuerzas que le son favorables y fuerzas que le son hostiles. «El individuo humano es visto como territorio disputado entre el espíritu inmundo y el Espíritu Santo». Y «el hombre pacta a menudo con los poderes adversos a él». Esta noción de lucha preserva «de la ilusión de que, en un mundo relativamente benévolo, lo que cuenta al final es llegar a ser una persona simpática y discreta. No, en este mundo no se trata de ser más o menos simpáticos, sino que se libra una batalla dramática a favor o en contra de Dios y del ser humano. También en nuestra sociedad hay demasiada gente que no quiere el cristianismo y lo combate llena de odio». Ahora bien, esto no es una visión pesimista y derrotista del mundo y la vida, todo lo contrario, «los textos exorcistas del Nuevo Testamento irradian un increíble optimismo; de los demonios solo se habla porque intervienen en un drama que terminará en su derrota. En la estructura del evangelio de Marcos, los exorcismos son impresionantes testimonios del poder que le corresponde a Jesús en cuanto Hijo de Dios. Y puesto que el Espiritu Santo está en Jesús, el demonio lo llama “el santo de Dios”».
En resumen: «en el mensaje de Jesús ─al hablar de demonios─ no se siembra miedo, sino que se pone nombre y se vence al miedo que desborda al ser humano, que se apodera de él. Esta victoria no procede del hondón del ser humano ─contra muchas teorías de autoayuda─, sino de Dios. Jesús es el liberador y vencedor.»
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