GRECIA RECONOCE A LOS PEDOFILOS Y EXHIBICIONISTAS COMO MINUSVALIDOS CON DERECHOS ECONOMICOS
Por Juanjo Romero
Reconozco que tengo un calentón de aupa. Quizá por las coincidencias. Estaba escribiendo un análisis sobre las iniciativas del gobierno británico para combatir la sexualización de los niños, y sobre el escándalo de pedofilia en Hollywood con los jovencitos actores. Pero lo he borrado absolutamente desanimado.
Resulta que ayer la «Confederación Nacional de Personas con Discapacidad» de Grecia se ha levantado atónita. Si anteayer el problema era saber cómo se iban a poder cumplir los compromisos de ayudas a las personas con discapacidad, hoy el escándalo es conocer la propuesta del gobierno.
Se ampliará la lista para incluir a pedófilos y exhibicionistas, y por no ser discriminatorios, supongo, también a pirómanos, jugadores compulsivos, fetichistas y sado masoquistas. De esa manera, según los cálculos que han hecho las asociaciones de discapacitados, un pedófilo recibirá más ayuda que un diabético o una persona que espera transplante. ¿Para?
Al margen de cuestiones económicas y estéticas, esto es de locos.
Rotos los diques morales, que son cuanto menos una salvaguarda del propio individuo, todo está permitido. No hace falta mucha imaginación para plantearse las siguientes escenas, la escenografía de los descendentes escalones a los que se dirige esa nación. Podría listarlos, pero ya lo dije, no estoy de humor.
Quizá la decisión esté en perfecta consonancia con la pérdida de la noción responsabilidad personal de las acciones. Las actuaciones del gobierno griego en política y economía van en esa línea.
Comportamientos éticos inmorales quedan diluidos, como si el hombre no fuese capaz de hacer el bien. Como recuerda el beato Juan Pablo II en la «Reconciliatio et Paenitentia, 18»:
He aquí por qué mi Predecesor Pio XII, con una frase que ha llegado a ser casi proverbial, pudo declarar en una ocasión que «el pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado».
¿Por qué este fenómeno en nuestra época? Una mirada a determinados elementos de la cultura actual puede ayudarnos a entender la progresiva atenuación del sentido del pecado, debido precisamente a la crisis de la conciencia y del sentido de Dios antes indicada.
El «secularismo» que por su misma naturaleza y definición es un movimiento de ideas y costumbres, defensor de un humanismo que hace total abstracción de Dios, y que se concentra totalmente en el culto del hacer y del producir, a la vez que embriagado por el consumo y el placer, sin preocuparse por el peligro de «perder la propia alma», no puede menos de minar el sentido del pecado. Este último se reducirá a lo sumo a aquello que ofende al hombre. Pero precisamente aquí se impone la amarga experiencia a la que hacía yo referencia en mi primera Encíclica, o sea que el hombre puede construir un mundo sin Dios, pero este mundo acabará por volverse contra el hombre. En realidad, Dios es la raíz y el fin supremo del hombre y éste lleva en sí un germen divino. Por ello, es la realidad de Dios la que descubre e ilumina el misterio del hombre. Es vano, por lo tanto, esperar que tenga consistencia un sentido del pecado respecto al hombre y a los valores humanos, si falta el sentido de la ofensa cometida contra Dios, o sea, el verdadero sentido del pecado.
Más clarito, agua.
En otro orden de cosas, todavía hay quien cree que «lo importante es la economía», o se pregunta qué está pasando para que el Islam avance en sociedades occidentales.
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