jueves, 19 de enero de 2012

ORACION | ARREPENTIMIENTO SaL. 51


"Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo."
(I Juan 2:1)


Con la naturalez que tenemos de carne, cometemos faltas y pecados.  Nuestro Padre Eterno esta dispuesto a perdonarnos siempre que vengamos a Él con un corazón sincero, contrito y humillado.  Siempre que en nuestra oración reconozcamos y confesemos nuestras faltas y pecados, Él nos limpiará por medio de la absolución y entonces nos hará volver con Él.

El rey David era un hombre de corazón conforme, peco, luego de haber reconocido su pecado fue ante Dios, aunque fue castigado tambien fue perdonado, pero acudio a Dios con la oración siguiente: 

  • Perdón y misericordia:    
Del maestro de coro. Salmo de David. 
Cuando el profeta Natán lo visitó, después que aquel se había unido a Betsabé.

  • Reconocimiento del pecado:  
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!
Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti solo pequé
e hice lo que es malo a tus ojos.
Por eso, será justa tu sentencia
y tu juicio será irreprochable;
yo soy culpable desde que nací;
pecador me concibió mi madre. 

  • Acto de limpieza: Renovación interior
Tú amas la sinceridad del corazón
y me enseñas la sabiduría en mi interior.
Purifícame con el hisopo y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Anúnciame el gozo y la alegría:
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta tu vista de mis pecados
y borra todas mis culpas.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu. 
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
que tu espíritu generoso me sostenga:
yo enseñaré tu camino a los impíos
y los pecadores volverán a ti.
¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío,
y mi lengua anunciará tu justicia!
Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza. 

  • Restauración:
Los sacrificios no te satisfacen;
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
mi sacrificio es un espíritu contrito,
tú no desprecias el corazón contrito y humillado.
Trata bien a Sión, Señor, por tu bondad;
reconstruye los muros de Jerusalén.
Entonces aceptarás los sacrificios rituales
—las oblaciones y los holocaustos—
y se ofrecerán novillos en tu altar.





Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos - Jesús, el Hijo de Dios - mantengamos firmes la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna.  Heb. 14-16




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