Charles Brewer, el fundador de MindSpring Enterprises, tenía como principio cumplir todas las promesas. Cuando MindSpring comenzó en 1993, él incluyó este lema en su empresa: “Hacemos
compromisos con mucho cuidado y luego los cumplimos. En todas las cosas
siempre hacemos lo que decimos que vamos a hacer”.
Creyó que si podría crear un ambiente en el que el tema “guardar promesas”
era la regla más que la excepción, tendría una ventaja considerable
frente a la competencia. Desgraciadamente, esta manera de pensar y
actuar es una excepción.
The Journal of Business Ethics (El Periódico de Ética Comercial)
pidió a más de setecientas personas de negocios que escribieran sus
prioridades en sus puestos de trabajo. Además de mantener una promesa,
había asuntos tales como la capacidad, la ética laboral, la veteranía y
cómo superar la adversidad.
¿Y cuál fue el resultado de la encuesta?
Que el guardar una promesa estaba al final de sus listas. Esto fue así
independientemente si eran hombres o mujeres, si tenían experiencia de
supervisión o no, o si eran religiosos o no.
¡Qué triste!, el ser cristiano no marcaba ninguna diferencia…
Que no se te olvide: conservar las promesas es la piedra angular de
todas las relaciones; es absolutamente esencial para el éxito en
cualquier cometido.
El presidente de una de las cadenas televisivas más
grandes de América observó: “En la venta del tiempo comercial,
lo más importante es la integridad. Cada año, aproximadamente el 80 por
ciento de los negocios procede de las mismas personas, por lo que, a la
hora de vender bien, necesitas relaciones sólidas. Al final, la persona
honesta siempre gana”. Así que, ¿dónde marcas la línea cuando se trata de mantener una promesa?
Probablemente no tendrás ningún problema de hacerlo cuando te convenga, pero, ¿y cuando no sea así?
Es más, ¿qué pasará si es realmente doloroso mantenerla?
“Sí, sí” o “No, no”…” Mt. 5,37
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