EL ARREPENTIMIENTO
Sansón fue demasiado lejos. Estaba atado con cadenas, le habían sacado los
ojos y sus captores se burlaban de él en una mazmorra filistea.
¿Por qué? A causa de dos áreas en las que estaba desprevenido: el orgullo y el sexo. David
también tuvo una irresistible tentación. En un momento de debilidad fue
víctima de la lujuria y lo pagó muy caro. Pero él no murió en la
prisión como Sansón.
En lugar de eso, siempre se lo recordará como a “…varón conforme a mi corazón [el de Dios]…”. ¿Qué fue lo que marcó la diferencia? ¡El arrepentimiento! En quebranto y humildad David clamó al Señor y encontró la misericordia y la gracia para poder levantarse. Para aquí y pregúntate: ¿Vivo
una vida secreta de la cual sólo Dios y yo sabemos? ¿Me he permitido
habituarme tanto a mi pecado que temo que no hay ninguna posibilidad de
dar vuelta atrás?.
Nunca es demasiado tarde para empezar a hacer lo que es correcto. No
puedes hundirte a tal profundidad que Cristo no pueda sacarte. Debes
empezar por arrepentirte. “Arrepentimiento “quiere decir volverte de tu pecado”, confesando tu fracaso y reconociendo tu incapacidad de cambiar por ti solo.
Eso significa: pedir la fuerza del Señor. Deja de racionalizar lo que estás haciendo; sólo te estás engañando a ti mismo. Es posible que hasta ahora lo hayas guardado como un secreto, pero en última instancia será descubierto.
No sigas ningún día más sin caer de rodillas ante Dios y ora: “¡Lávame… de mi maldad…! ¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio…!” (Sal. 51). ¿Has orado así? Si lo has hecho, ve a los que pueden fortalecerte y animarte. No trates de luchar tú solo; no lo conseguirás. ¿Y ahora qué? Pues, ¡incorpórate a la “carrera” y corre como nunca antes!
PAZ Y BIEN
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