Un emperador reunió a todos los jóvenes de su reino y les dijo: Ha
llegado la hora en que debo dejar el trono y elegir al próximo
emperador que será uno de ustedes.
A cada uno les daré una semilla y
deberán regresar en un año con el producto de esa semilla. Un joven
llamado Ling al regresar a su casa le contó todo a su madre con gran
emoción.
Tomaron una maceta y plantaron la semilla. Diariamente el la
regaba, la abonaba, la limpiaba, pero nada crecía en ella. Finalmente
llego el gran el día y Ling le dijo a su madre que el no llevaría una
maceta vacía.
Pero esta le animo a que fuera y le contara al emperador
lo mucho que se había esforzado. Al llegar al palacio Ling apoyo su
maceta en el suelo en medio de hermosas plantas y flores de todas las
formas, colores y tamaños.
A Ling le dolía el estomago, sentía una gran
vergüenza, por lo que se escondió al final del salón, tratando de pasar
inadvertido.
El emperador ordenó a sus guardias que ubicaran al joven
que trajo la maceta vacía y exclamo: Traigan al nuevo emperador. Ante
una audiencia enmudecida, el anciano explico: Hace un tiempo les
entregue una semilla a cada una. Pero eran semillas estériles, que,
obviamente, no iban a crecer.
Cuando los jovenes vieron que la semilla
que les di no crecía, la sustituyeron por otra. Solo este joven tuvo la
integridad de seguir las reglas.
De modo que podemos confiar en el para
que tome mi lugar y gobierne este reino.
Si obedecemos esas palabras sentiremos el gozo de vivir con la fortaleza de nuestra propia integridad personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU COMENTARIO, PRONTO ESTAREMOS COMUNICANDONOS CONTIGO...
CON AMOR, MARIAM...