SÓLO QUEDA LA LOCURA
La tragedia es que al rechazar al Autor rechazamos también su obra, la
creación, la naturaleza y la realidad. Sabido es que Dios perdona
siempre, los hombres algunas veces y la naturaleza no perdona nunca. El
orgullo y la soberbia nos llevan a rechazar la historia; pero rechazar
la historia y la realidad solo nos produce locura y sufrimiento.
Javier Alba
Con el cristianismo, el mundo se hizo
inteligible y progresó la ciencia. La fe en Dios creador hace buscar al
hombre las leyes de la creación. El mundo ya no es el caos del
politeísmo pagano. La realidad ya no es caprichosa, tiene leyes. La
historia ya no es cíclica, absurda y sin sentido. La ciencia descubre un
universo regulado por leyes expresables en fórmulas matemáticas y
lógicas. La razón nos descubre a Dios creador, mas solo Cristo nos
revela a Dios amor.
«Nadie, ciertamente, negará el orden que
observamos en la creación y su desarrollo, ya que es Dios quien así lo
ha querido. Pues, si el mundo y todo lo creado se movieran al azar y sin
orden, no habría motivo alguno para creer en lo que hemos dicho. Mas
si, por el contrario, el mundo ha sido creado y embellecido con orden,
sabiduría y conocimiento, hay que admitir necesariamente que su creador y
embellecedor no es otro que el Verbo de Dios», señala San Atanasio de
Alejandría (siglo IV). «Quien se deja guiar por el Espíritu Santo es
realista», dice el Papa Francisco (16-6-2013).
Solo fe y razón en armonía nos llevan al
bien, a la verdad y la belleza. Fe y razón son las dos alas que
conducen a la contemplación de la verdad (cfr. San Juan Pablo II, Fides et ratio).
Si sustituimos la razón por la ideología, perdemos la realidad y
decimos «no hay verdad». Si por orgullo y soberbia odiamos la fe,
perdemos el bien y la belleza, y decimos «no hay Dios».
«En el mundo moderno además de crisis de
fe hay una crisis de razón. El relativismo niega la razón diciendo que
no hay una realidad objetiva», apunta el escritor inglés Joseph Pearce.
«No hay mayor tiranía que la de las ideologías», como dice el
historiador inglés Paul Johnson. La ideología podrá cambiar el código
civil, pero no podrá cambiar las leyes de la realidad y la naturaleza.
Tan contrario a la razón es legislar contra la ley de la gravedad, como
lo es también legislar contra la familia, la vida y la libertad de
conciencia.
Sin el Autor la obra se vuelve loca
¿Qué razón tiene una sociedad que ya no
entierra a sus muertos y tira sus cenizas a la calle o a los parques y
playas? ¿Qué razón tiene una sociedad que desprecia el matrimonio, el
amor para siempre de un hombre y una mujer, y fomenta la promiscuidad
sexual? Sin fe ni razón solo nos queda la locura. ¿O no es locura el
derecho de una madre a matar a su hijo antes de nacer? ¿O no es locura
legislar a favor de la destrucción del matrimonio y la familia? ¿O no es
locura llamar arte al feísmo? ¿O no es locura negar la realidad al
decir que un feto no pertenece a la especie humana?
Locura es que la ley prohíba llamar a
las cosas por su nombre. Locura es que la ley castigue al que llama
crimen al aborto, o al que llama familia a la unión de un hombre y una
mujer abiertos a la vida. Dice el filósofo alemán Robert Spaemann que
hoy en Europa sufrimos graves limitaciones a la libertad de opinión. No
se permite discutir racionalmente sobre el aborto o la homosexualidad.
Se impone la intolerancia en nombre de la tolerancia. No se dice: “lo
que sostienes es falso”, simplemente se señala que esto no lo puedes
decir porque es intolerante.
Lo irreal, lo virtual, lo ficticio, lo
que no es y lo que no actúa constituyen el dominio del maligno, dice el
filósofo francés Fabrice Hadjadj. Mentir es negar la realidad. La
mentira es la locura de la razón, y nos conduce por el camino del
suicidio individual o colectivo. Tan grave es este camino que conduce a
la muerte, que el mismo Dios ha venido en nuestra ayuda: Cristo ha
muerto en la cruz para salvarnos y ha resucitado para darnos gratis su
Espíritu de vida y de verdad. Solo el anuncio del kerigma destruye las
tinieblas de la mentira, de la locura y de la muerte. Solo Cristo nos
libera de esta locura.
La paciencia de Dios
Tenemos esperanza. La paciencia de Dios
es nuestra salvación. “El perdón de Dios es nuestra fuerza”, decía Juan
Pablo II. Al rechazarle rechazamos la historia, pero Él siempre vuelve a
recrear de la nada una nueva historia de salvación para nosotros.
“Cuando nos equivocamos, Dios corrige la historia”, recuerda el Papa
Francisco.
Dios es como el alfarero que no se cansa
nunca de corregir su obra, y nunca la arroja a la basura, aunque se
estropee una y otra vez. Así se reveló Yavhé al profeta Jeremías: “El
cacharro que estaba haciendo con barro se estropeó en manos del
alfarero, y este volvió a empezar, transformándolo en otro cacharro
diferente, como mejor le pareció al alfarero” (Jr. 18,4). Cuando estropeamos nuestra vida y nuestra historia, Dios la recrea de nuevo.
Le gusta decir al Papa Francisco que el
tiempo es superior al espacio. Aunque veas que el enemigo ha sembrado
todo el espacio de cizaña, no temas, espera, porque será vencido por la
bondad del trigo que se manifiesta con el tiempo.
¡Ánimo, que el tiempo
solo es de Dios!
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