ROMANCE MARIANO
Es lo último
que he escrito a la Virgen y ha sido para la Romería del
Saz (Alhóndiga), que nació y se sigue celebrando en Pentecostés. Mi romance se
titula “Sedes Sapientiae” – Trono de Sabiduría y canta este don del Espíritu
Santo. Acaso me haya quedado un poema menos lírico y emocional que otras veces
pero, acaso también, más doctrinal y teológico. Digo yo, que cualquiera sabe.
Feliz verano.
SEDES SAPIENTIAE
María y Pentecostés,
Pentecostés y María; porque sin Nuestra Señora,
nos dice la Teología, no cabe Pentecostés y,
por eso, en este día cantar quiere mi romance el don de sabiduría, uno de los siete dones
– y el de más categoría – de que la Virgen gozó a lo largo de su vida y que todos
proclamamos al rezar su Letanía. Este don es luz de lo alto que la mente clarifica,
raíz de conocimiento supremo que garantiza el juicio acertado y hace gustar las cosas divinas,
(“Un cierto sabor de Dios” que santo Tomás decía), y no solamente ayuda a conocer
la doctrina sino que además ayuda a creerla y a vivirla.
Este don enseña a ver la verdadera valía, la transcendencia,
el sentido la verdad y la mentira que encierran todas las cosas habidas y por habidas.
Un nuevo Pentecostés acudimos a la Ermita de nuestra
Madre del Saz y una vez más, de rodillas ante su imagen,
pedimos que sea Ella nuestra guía para acertar el camino de las moradas divinas.
El libro sapiencial pone este don muy por encima de coronas
y de tronos porque la sabiduría don del Espíritu Santo hace al creyente,
si cabe, más creyente todavía y hace que lo espiritual gane siempre la partida.
Y porque Nuestra Señora del Saz, la Virgen Santísima,
proclamada es por la Iglesia trono de sabiduría a la sombra de su amor y de su gracia bendita,
pedimos que el Santo Espíritu, con generosa medida,
derrame sobre nosotros el don de Sabiduría.
NUESTRA REINA MADRE DEL CIELO NOS ACOMPAÑA SIEMPRE
María y Pentecostés,
Pentecostés y María; porque sin Nuestra Señora,
nos dice la Teología, no cabe Pentecostés y,
por eso, en este día cantar quiere mi romance el don de sabiduría, uno de los siete dones
– y el de más categoría – de que la Virgen gozó a lo largo de su vida y que todos
proclamamos al rezar su Letanía. Este don es luz de lo alto que la mente clarifica,
raíz de conocimiento supremo que garantiza el juicio acertado y hace gustar las cosas divinas,
(“Un cierto sabor de Dios” que santo Tomás decía), y no solamente ayuda a conocer
la doctrina sino que además ayuda a creerla y a vivirla.
Este don enseña a ver la verdadera valía, la transcendencia,
el sentido la verdad y la mentira que encierran todas las cosas habidas y por habidas.
Un nuevo Pentecostés acudimos a la Ermita de nuestra
Madre del Saz y una vez más, de rodillas ante su imagen,
pedimos que sea Ella nuestra guía para acertar el camino de las moradas divinas.
El libro sapiencial pone este don muy por encima de coronas
y de tronos porque la sabiduría don del Espíritu Santo hace al creyente,
si cabe, más creyente todavía y hace que lo espiritual gane siempre la partida.
Y porque Nuestra Señora del Saz, la Virgen Santísima,
proclamada es por la Iglesia trono de sabiduría a la sombra de su amor y de su gracia bendita,
pedimos que el Santo Espíritu, con generosa medida,
derrame sobre nosotros el don de Sabiduría.
NUESTRA REINA MADRE DEL CIELO NOS ACOMPAÑA SIEMPRE
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