FUNDADO POR JESÚS DE NAZARETH
José Barros Guede
A Coruña, 30 de abril de 2015
Jesús de Nazaret, después de ser tentado
por Satán y de ser arrestado Juan Bautista, se marcha a Galilea a
proclamar el Reino de Dios o de los Cielos y a establecerse en
Cafarnaúm. Conoce y siente que Dios es nuestro Padre
que nos ama y como Hijo único consustancial de Dios Padre tiene la
misión divina de fundar el Reino de Dios o de los Cielos, como una
institución divina de amor filial a Dios Padre y fraternal a los seres
humanos, y de vida y salvación eterna.
No se queda en Judea, ni va a Jerusalén
a proclamarlo, donde se halla el gobernador Poncio Pilato, el
Sanedrín judío, los sumos sacerdotes y levitas del Templo y los escribas
y fariseos que arrestan y matan a los profetas, donde reina el poder,
el dinero y el engaño de los poderosos y los justos son perseguidos y
los buenos son ignorados. Por las tentaciones diabólicas que padeció y
sufrió en el desierto experimentó en su naturaleza humana que el
príncipe de este mundo es Satán.
De camino a Cafarnaúm pasa junto el mar
de Galilea, donde encuentra primero a los hermanos, Pedro y Andrés, y
después a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, todos ellos pescadores,
a quienes invita a seguirle. Ellos dejando sus redes de pesca le
siguen. Llegados a la ciudad de Cafarnaúm, donde Pedro y Andrés residen.
El primer sábado de su llegada a esta ciudad, Jesús de Nazaret entra en
la sinagoga, donde los judíos se reunían para leer los libros de la Ley
de Moisés y de los Profetas, y les dice: Se ha cumplido el
tiempo y está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio
(Mc. 1, 15). Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos (Mt.
4,17).
En Cafarnaúm cura a un hombre
endemoniado que le increpaba en la sinagoga, a la suegra de Pedro que se
hallaba enferma, al criado enfermo del Centurión y a otros muchos
enfermos y endemoniados que le llevaban al ponerse el sol. Todos los
sábados ensañaba con autoridad a sus vecinos, de tal manera que
quedaban asombrados de su sabiduría y de su poder. Desde Cafarnaúm,
organiza una serie de misiones evangélicas. Recorre caminando todas las
ciudades y pueblos de Galilea proclamando y anunciando el Reino de
Dios o de los Cielos en compañía de los doce discípulos, de María
Magdalena, Juana, mujer de Cuza y del administrador de Herodes, de
Susana y de otras muchas mujeres que le servían con sus bienes (Lc.
8,1-4).
Se vale de hermosas y bellas
comparaciones para explicar el Reino de Dios o de los Cielos. Enseña
que es un grano de mostaza que siendo la más pequeña se convierte en la
mayor hortaliza, o como la levadura que fermenta el pan, o como la
perla preciosa encontrada, o como la gran red que recoge toda clase de
peces en el mar.
En Nazaret entra un sábado en la
sinagoga como era su costumbre en su infancia y juventud, y de pie lee
lo siguiente en libro del profeta Isaías a sus vecinos presentes:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha
enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar la libertad a los
cautivos, la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y
proclamar un año de gracia. Se sienta. Hoy se cumplido esta escritura que acabáis de oír, pero sus vecinos no le creyeron. Da ahí que diga: Ningún profeta es bien aceptado en su pueblo. (Lc. 2, 24).
Los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas
citan el Reino de Dios cincuenta veces, y Mateo, además, cita el Reino
de los Cielos treinta y dos veces. Sus grandes y sublimes discursos
sobre el Reino de Dios o de los Cielos son: el Sermón de la Montaña el
de Pan de Vida y el de su Testamento de Despedida. Los tres de altísima
moralidad y divina espiritualidad de amor y de vida eterna.
En el Sermón de la Montaña, llamado así
porque fue pronunciado por Jesús de Nazaret en un pequeño monte
cercano a Cafarnaúm y al lago de Galilea, manifiesta lo siguiente a sus
discípulos y a sus muchos oyentes: Los bienaventurados del Reino de Dios
o de los Cielos son los pobres, humildes, los que lloran, los mansos,
los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los
limpios de corazón, los que procuran la paz, y los perseguidos e
insultados por su causa.
Les advierte: Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos no entrareis en el Reino de Dios. Les dice:
Habéis oído que se os dijo…, yo en cambio os digo, amad a vuestros
enemigos y rezad por los que os persiguen para que seáis hijos de Dios,
que hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos e injustos. Les enseña la manera de orar al Dios mediante el Padre Nuestro, de ayunar y dar limosna. Les manifiesta: No
podéis servir a dos señores, a Dios y al dinero, buscad el Reino de
Dios y su justicia y todo lo demás os dará por añadidura y no juzguéis y
no seréis juzgados, porque con la medida que uséis, la usarán con
vosotros. (Mt.5 y 6).
En el discurso de Pan de Vida, pronunciado por Jesús de Nazaret en la sinagoga de Cafarnaúm, enseña: Yo
soy el pan de vida y el coma de este pan vivirá eternamente y yo le
resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre
es verdadera bebida. El coma mi carne y beba mi sangre habita en mí y
yo en él (Jn.6). Su pan de vida eterna y de resurrección de los
humanos en el último día es su fe y su creencia en él como el salvador
de la humanidad junto con la eucaristía en la que se nos da como
alimento espiritual para la vida eterna.
En el discurso testamentario de su Despedida de este mundo manifiesta: Os
doy un mandamiento nuevo, que os améis como yo os he amado. En esto
conocerán que todos sois discípulos míos. Cuando yo me vaya os prepararé
un lugar, volveré os llevaré conmigo, para que donde yo estoy, estéis
también vosotros. Yo soy el camino, la vedad y la vida. Nadie va al
Padre, sino por mí (Jn.13, 33-35) y (Jn.14, 1-6).
Cuando el Hijo del Hombre venga
en su gloria se reunirán ante él todas las naciones, y como el pastor
separa a las ovejas de los machos cabríos, así separará a unos y de
otros, poniendo a las ovejas a su derecha y a los machos cabríos a su
izquierda. Entonces dirá el Rey a los que está a su derecha, venid
benditos de mi Padre a poseer el Reino preparado para vosotros desde el
principio del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer…Cuándo
Señor te vimos con hambre y te dimos de comer?, el Rey responderá,
cuando lo hicisteis con uno de mis hermanos más humildes”……, (Mt 25, 31-
46).
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