miércoles, 3 de junio de 2015

HOMILÍAS QUE DEBEMOS EVITAR SIEMPRE

 La oración vocal es un elemento indispensable de la vida cristiana. A los discípulos, atraídos por la oración silenciosa de su Maestro, éste les enseña una oración vocal: el “Padre Nuestro”. Jesús no solamente ha rezado las oraciones litúrgicas de la sinagoga; los Evangelios nos lo presentan elevando la voz para expresar su oración personal desde la bendición exultante del Padre (cf Mt 11, 25-26), hasta la agonía de Getsemaní (cf Mc 14, 3)
C.I.C. 2701


Homilía improvisación: es la que el sacerdote prepara cuando se está poniendo el alba, el cíngulo, la estola y la casulla para la santa misa.

Homilía libresca: homilía con mucho sabor a libro y escritorio; homilía académica, marmórea…pero carente de corazón y de conocimiento de los oyentes.

Homilía arqueológica: homilía donde el predicador quiere siempre incursionar en detalles secundarios sobre los fariseos, esenios, dracmas, estadios, hora sexta, atrio, pozo…No explica el mensaje de Dios sino curiosidades periféricas.

Homilía romántica que quiere arrancar lágrimas, sonrisas y azúcar en el oyente, a base de exclamaciones, interjecciones, gritos, lenguaje paternalista con adjetivos tiernos, diminutivos o aumentativos.

Homilía demagógica que a base de palabras y más palabras para quedar bien con el público, traiciona tanto el mensaje evangélico como al destinatario, agrandando o empequeñeciendo, desfigurando y distorsionando la doctrina de Cristo.

Homilía literaria: más que una predicación sagrada es un ejercicio literario o poético.

Homilía antológica: la homilía se convierte en una oportunidad para recordar y sacar a colación todas las frases, sentencias, textos, poesías, definición que el predicador aprendió de memoria o que tenía en sus archivos.

Homilía molusco: invertebrada, blandengue, gelatina escurridiza, sin argumento, sin contenido, sin tema. No termina un tema cuando comienza otro.

Homilía ladrillo: sólo ideas sin relación con la vida de los oyentes. La homilía tiene que llegar, por así decir, a la cocina de esa mujer de casa, al puesto de trabajo de ese buen padre de familia, a los pupitres de ese estudiante…Esta homilía-ladrillo no llega.

Homilía espaguetti: se enrolla y se enrolla sobre el mismo asunto, aburriendo a los oyentes y haciéndoles bostezar.

Homilía cursillo: trata muchos temas sin concretar ninguno.

Homilía repetición del evangelio. No sabe sacar un mensaje de ese evangelio para sus oyentes, y lo único que hace es repetir lo que se leyó en el evangelio. ¿Será posible que el predicador sea incapaz de zurcir una homilía jugosa con una sola idea bien expresada? ¡El oyente no es tonto, por favor!

Homilía técnica: usar todo el tiempo lenguaje teológico que la gente no entiende (metanoia, kénosis, anáfora, parusía, epifánico, histérico, pneumático, mistagogo, escatología, transubstanciación…). La homilía no es una clase de teología, sino una conversación cordial con sus oyentes y parroquianos.

Homilía callejera: el predicador salpica todo el tiempo con jerga vulgar y chocarrera. Así se rebaja la palabra de Dios, la dignidad del profeta y la dignidad de los fieles que san Pablo llama “santos en el Señor”. El predicador no debe nunca rebajarse, pues está hablando en nombre de Cristo y de la Iglesia.

Homilía de mal piloto: el predicador no sabe despegar ni aterrizar, y da vueltas y más vueltas y nunca termina. “Y ya para terminar”…y vuelve a subir a las nubes…”y ya para terminar”…y vuelve a subir. Termine y punto, por favor.

 Por Antonio Rivero, L.C.
 

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