La oración vocal es un elemento indispensable de la vida
cristiana. A los discípulos, atraídos por la oración silenciosa de su Maestro,
éste les enseña una oración vocal: el “Padre Nuestro”. Jesús no solamente ha
rezado las oraciones litúrgicas de la sinagoga; los Evangelios nos lo presentan
elevando la voz para expresar su oración personal desde la bendición exultante
del Padre (cf Mt 11, 25-26), hasta la agonía de Getsemaní (cf Mc 14, 3)
C.I.C. 2701
Homilía improvisación: es la
que el sacerdote prepara cuando se está poniendo el alba, el cíngulo, la estola
y la casulla para la santa misa.
Homilía libresca: homilía con mucho sabor a libro
y escritorio; homilía académica, marmórea…pero carente de corazón y de
conocimiento de los oyentes.
Homilía arqueológica: homilía donde el predicador
quiere siempre incursionar en detalles secundarios sobre los fariseos, esenios,
dracmas, estadios, hora sexta, atrio, pozo…No explica el mensaje de Dios sino
curiosidades periféricas.
Homilía romántica que quiere arrancar lágrimas,
sonrisas y azúcar en el oyente, a base de exclamaciones, interjecciones,
gritos, lenguaje paternalista con adjetivos tiernos, diminutivos o
aumentativos.
Homilía demagógica que a base de palabras y más
palabras para quedar bien con el público, traiciona tanto el mensaje evangélico
como al destinatario, agrandando o empequeñeciendo, desfigurando y
distorsionando la doctrina de Cristo.
Homilía literaria: más que una predicación sagrada
es un ejercicio literario o poético.
Homilía antológica: la homilía
se convierte en una oportunidad para recordar y sacar a colación todas las
frases, sentencias, textos, poesías, definición que el predicador aprendió de
memoria o que tenía en sus archivos.
Homilía molusco: invertebrada, blandengue,
gelatina escurridiza, sin argumento, sin contenido, sin tema. No termina un
tema cuando comienza otro.
Homilía ladrillo: sólo ideas sin relación con la
vida de los oyentes. La homilía tiene que llegar, por así decir, a la cocina de
esa mujer de casa, al puesto de trabajo de ese buen padre de familia, a los
pupitres de ese estudiante…Esta homilía-ladrillo no llega.
Homilía espaguetti: se enrolla
y se enrolla sobre el mismo asunto, aburriendo a los oyentes y haciéndoles
bostezar.
Homilía cursillo: trata muchos
temas sin concretar ninguno.
Homilía repetición del evangelio. No sabe sacar un mensaje de ese
evangelio para sus oyentes, y lo único que hace es repetir lo que se leyó en el
evangelio. ¿Será posible que el predicador sea incapaz de zurcir una homilía
jugosa con una sola idea bien expresada? ¡El oyente no es tonto, por favor!
Homilía técnica: usar todo el tiempo lenguaje
teológico que la gente no entiende (metanoia, kénosis, anáfora, parusía,
epifánico, histérico, pneumático, mistagogo, escatología, transubstanciación…).
La homilía no es una clase de teología, sino una conversación cordial con sus
oyentes y parroquianos.
Homilía callejera: el
predicador salpica todo el tiempo con jerga vulgar y chocarrera. Así se rebaja
la palabra de Dios, la dignidad del profeta y la dignidad de los fieles que san
Pablo llama “santos en el Señor”. El predicador no debe nunca rebajarse, pues
está hablando en nombre de Cristo y de la Iglesia.
Homilía de mal piloto: el predicador no sabe despegar
ni aterrizar, y da vueltas y más vueltas y nunca termina. “Y ya para
terminar”…y vuelve a subir a las nubes…”y ya para terminar”…y vuelve a subir. Termine y punto, por favor.
Por Antonio Rivero, L.C.
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