Audio-Santoral: SAN GUILLERMO DE VERCELLI
Mt. 7,21-29
«‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» Por lo menos, esta afirmación nos pide responsabilidad en nuestra
condición de cristianos, al mismo tiempo que sentimos la urgencia de dar
buen testimonio de la fe.
Edificar la casa sobre roca es una imagen clara que nos invita a valorar nuestro compromiso de fe, que no puede limitarse solamente a bellas palabras, sino que debe fundamentarse en la autoridad de las obras, impregnadas de caridad. Uno de estos días de junio, la Iglesia recuerda la vida de san Pelayo, mártir de la castidad, en el umbral de la juventud. San Bernardo, al recordar la vida de Pelayo, nos dice en su tratado sobre las costumbres y ministerio de los obispos: «La castidad, por muy bella que sea, no tiene valor, ni mérito, sin la caridad. Pureza sin amor es como lámpara sin aceite; pero dice la sabiduría: ¡Qué hermosa es la sabiduría con amor! Con aquel amor del que nos habla el Apóstol: el que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera».
La palabra clara, con la fuerza de la caridad, manifiesta la autoridad de Jesús, que despertaba asombro en sus conciudadanos: «La gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas» (Mt 7,28-29). Nuestra plegaria y contemplación de hoy, debe ir acompañada por una reflexión seria: ¿cómo hablo y actúo en mi vida de cristiano? ¿Cómo concreto mi testimonio? ¿Cómo concreto el mandamiento del amor en mi vida personal, familiar, laboral, etc.? No son las palabras ni las oraciones sin compromiso las que cuentan, sino el trabajo por vivir según el Proyecto de Dios. Nuestra oración debería expresar siempre nuestro deseo de obrar el bien y una petición de ayuda, puesto que reconocemos nuestra debilidad.
Edificar la casa sobre roca es una imagen clara que nos invita a valorar nuestro compromiso de fe, que no puede limitarse solamente a bellas palabras, sino que debe fundamentarse en la autoridad de las obras, impregnadas de caridad. Uno de estos días de junio, la Iglesia recuerda la vida de san Pelayo, mártir de la castidad, en el umbral de la juventud. San Bernardo, al recordar la vida de Pelayo, nos dice en su tratado sobre las costumbres y ministerio de los obispos: «La castidad, por muy bella que sea, no tiene valor, ni mérito, sin la caridad. Pureza sin amor es como lámpara sin aceite; pero dice la sabiduría: ¡Qué hermosa es la sabiduría con amor! Con aquel amor del que nos habla el Apóstol: el que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera».
La palabra clara, con la fuerza de la caridad, manifiesta la autoridad de Jesús, que despertaba asombro en sus conciudadanos: «La gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas» (Mt 7,28-29). Nuestra plegaria y contemplación de hoy, debe ir acompañada por una reflexión seria: ¿cómo hablo y actúo en mi vida de cristiano? ¿Cómo concreto mi testimonio? ¿Cómo concreto el mandamiento del amor en mi vida personal, familiar, laboral, etc.? No son las palabras ni las oraciones sin compromiso las que cuentan, sino el trabajo por vivir según el Proyecto de Dios. Nuestra oración debería expresar siempre nuestro deseo de obrar el bien y una petición de ayuda, puesto que reconocemos nuestra debilidad.
Rev. D.
Joan Pere
PULIDO i Gutiérrez
Secretario del obispo de Sant Feliu
(Sant Feliu de Llobregat, España)
Señor, que nuestra oración esté siempre acompañada por la fuerza de la caridad.
«Recibe de Cristo, para
que puedas hablar a los demás. Acoge en ti el
agua de Cristo […]. Llena, pues, de esta agua tu
interior, para que la tierra de tu corazón quede humedecida
y regada por sus propias fuentes.»
San Ambrosio, Carta 2,1-2
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