A NUESTRA SEÑORA DE COROMOTO
Patrona de Venezuela
Desde mediados del siglo XVII los religiosos capuchinos empezaron la
evangelización de la comarca de Guanare. En una de las tribus indígenas
evangelizadas se originó el culto a Nuestra Señora de Coromoto. Según
cuenta la tradición, cuando se disponían los indios Cospes a ser
bautizados, el cacique se negaba rotundamente a participar. En setiembre
de 1651, el cacique se encontró con un vecino de la villa del Espíritu
Santo, llamado Juan Sánchez y durante la conversación el indio le contó
que una Señora muy hermosa se le había aparecido en una quebrada y le
había dicho que recibiera el agua del Bautismo. Juan Sánchez le exhortó a
seguir las indicaciones de la aparición y prosiguió su ruta.
¡Oh,
Santísima Virgen María de Coromoto, Madre de Misericordia!, confiamos a
nuestra amada patria Venezuela a Tu Amoroso cuidado. Madre querida, te
suplicamos reclames como tuya esta Tierra de Gracia, para Gloria de Tu
Divino Hijo Jesucristo, verdaderamente presente en Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad en el Santísimo y Divinísimo Sacramento del Altar, a quien
Venezuela le ha sido consagrada. Afligidos por los pecados de nuestra
nación, clamamos a Ti desde lo más profundo de nuestro corazón,
suplicando Tu amparo y protección. Apiádate de nosotros, míranos con
misericordia y toca nuestros corazones. Ilumina nuestro entendimiento,
ayúdanos a comprender cuan valioso es el don de la vida, y el ejercicio
responsable de la libertad humana. Líbranos de todas las falsedades que
nos conducen al terrible mal de negar toda vida.
Concédele a los
habitantes de nuestra nación venezolana la sabiduría, para que
reconozcan que Venezuela fue fundada al amparo de la Ley de Dios, y que sólo Él es la Fuente Verdadera
de nuestros más preciados derechos: la vida, la libertad y la búsqueda
de la felicidad. Oh, Madre Misericordiosa, infúndenos el valor para
rechazar la "cultura de la muerte" y todo camino que niegue a Dios, y
muéstranos el camino al Milenio de la Vida. Confiados en tu poderosa intercesión, suplicamos:
Acuérdate,
¡oh piadosísima Virgen María de Coromoto!, que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a tu protección e implorado tu
socorro, haya sido desamparado, de Ti: Yo pecador, animado con tal
confianza, acudo a Ti, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!, a Ti vengo,
delante de Ti me presento gimiendo. No desprecies, oh Madre del Verbo
Encarnado, mis humildes súplicas; antes bien, óyelas y despáchalas
favorablemente.
Amén
DIOS CONTIGO
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