domingo, 11 de mayo de 2014

CON OLOR A OVEJA

PERFIL DE UN SACERDOTE DE HOY
Francisco Javier Leoz Ventura

  1. No tiene miedo en acercarse a los más alejados. Con el “no” ya cuenta. Ha de estar dispuesto a nuevas caras, nuevas conquistas por el reino. La intrepidez ayuda. La pereza frena. 
  2. Ha de sonreír aunque, por dentro, esté llorando. El mérito de una persona no está en nadar cuando las aguas son favorables sino, incluso, cuando ha de ir contracorriente.
  3.  Se muestra sin tapujos. Ofrece lo que posee. No es cuestión de ser simpáticos sino en, nombre de Aquel que hemos sido consagrados, dar lo que llevamos: el Evangelio.
  4.   No pone sordina, por vergüenza o temor a ser ridiculizado, las grandes verdades de nuestra fe. El silencio, a veces, nos delata. La sinceridad nos hace grandes.
  5.  Muestra por fuera lo que dice vivir por dentro. Es un enamorado de su vida sacerdotal. Su rostro, lejos de ser de “perro de dóberman” se presenta afable, optimista, acogedor, complaciente y  comprensivo.
  6.   Habla y deja hablar. Comprende aunque no sea comprendido. Se involucra aunque, su presencia, cause rechazo o enojo, risas o burlas. Cristo supo mucho de todo eso.
  7.  No se cierra en sus ideas sino que, además, tiene en cuenta las de la Iglesia Universal. Su pastoreo no es un “cuidar lo mío” sino, saber, que mi campo forma minúscula parte una gran extensión de la llanura del Reino de Dios en la tierra.
  8.   Llora con los que  lloran. Se preocupa de las ausencias que, por esto o por aquello, hace tiempo se echan en falta. A veces, por malos entendidos, perdemos ovejas que han de estar dentro de nuestro rebaño.
  9.  Utiliza todos los medios a su alcance para hacer presente el mensaje de Cristo en medio de su comunidad cristiana. Internet, prensa escrita, radio o televisión son camino válidos (aunque a veces muy contestados) para hacer presente aquello que para nosotros es un gran tesoro: el Evangelio.
  10.   Pregunta aquello que no sabe y habla cuando, en un tema incluso espinoso, puede aportar luz y verdad. No se calla cuando, esa verdad, puede levantar ampollas y guarda silencio cuando –su opinión personal- puede crear un incendio.
  11.  Entiende su sacerdocio como servicio y no como un mera profesión. Con todo el respeto que nos merecen los funcionarios, el sacerdote, no es un funcionario de la Iglesia. En todo caso, si lo llegase a ser. sería de ventanilla abierta las 24 horas del día en los 365 días al año.
  12.   Atiende a tiempo y a destiempo. En aquello que le gusta y en aquello que le desagrada. Dicen “bien” (por la paz del mundo) aunque sea consciente de que tendría que haber dicho “mal”. La prudencia, de vez en cuando, también es buena consejera.
  13.  Sabe distinguir los enamorados de la Iglesia, de los interesados por su Institución. Valora todos los carismas y buenas voluntades pero, también, discierne entre lo qué es bueno para la causa de Cristo y aquello que sólo se queda en puro provincialismo.
  14.   Es conocedor de la Palabra que se proclama. Su predicación es cercana pero celeste, comprometida pero divina, profética pero comprensiva, clara pero no hiriente, lúcida pero no arrogante, consoladora pero no dramática.
  15.  Llama a la conversión y al retorno de caminos equivocados. Ni todo está bien…ni todo está mal. Olor a oveja no significa ser pagano con los paganos o mediocres con los mediocres. Olor a oveja conlleva integrarse pero no morir desintegrándose en la masa.
  16.   El aroma de oveja se consigue al pie del Sagrario. Para tener perfume de Cristo hay que acercarse hasta el lugar donde se sirve: la oración, la confesión, la eucaristía, la contemplación o el silencio. Se nota cuando se tiene aroma a Cristo o cuando sólo se desprende aroma de uno mismo.
  17.  La caridad es, no su estandarte, pero sí su sello de identidad. La caridad no es aquella que entiende el mundo (ser bueno) sino aquella otra que  nace de Cristo: ilimitada y fruto del encuentro personal con Él y en pro de los más necesitados.
  18.   La esperanza es su baluarte. Sabe pintar con el color de la esperanza todas y cada una de las situaciones anómalas que salen a su paso. En la muerte apunta hacia el cielo. En el sufrimiento recuerda la cruz. En la escasez indica el potencial de la oración. En la amargura lleva al regazo de la Virgen María.
  19.  El aroma de oveja implica no ser rencoroso. El rencor produce rechazo, prevención y lejanía. La humildad y el perdón nos hacen más humanos y, por lo tanto, un manantial de posibilidades para nuestro buen hacer sacerdotal.
  20.   Toma como modelo a Cristo, como referencia a los santos, como objetivo la felicidad de sus feligreses, como ofrenda su propia vida y como garantía la eternidad.
 
 

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