EL SILENCIO
Frente a las experiencias extremas de la vida, tendemos a responder en la misma forma – en silencio.
El silencio es un vacío devastador: cuando
perdemos algo o alguien muy querido, y no podemos expresar nuestro dolor
en palabras. El silencio también es una plenitud que se rebalsa:
alegría o gratitud o asombro, cuando las palabras se quedan cortas para
expresar lo que sentimos. El vacío y la plenitud son parientes cercanos…
En el centro del invierno boreal, o del
verano austral, se encuentra el momento en que la plenitud de la
eternidad – la vida de la Persona de Dios – se hace visible en forma
humana. Dios encuentra su expresión en la gruta de un seno vacío. La
plenitud necesita del vacío para manifestarse – y todo esto sucede en el
silencio de la noche, mientras todo el mundo duerme…
Ejercicio de respiración
Este
ejercicio exige concentrar toda tu atención en las sensaciones físicas
de respirar hacia adentro (aspirar) y hacia afuera (espirar), sin
deliberadamente cambiar el ritmo de tu respiración. Enfoca tu atención
en sentir el aire frío que entra por tu nariz, y el aire tibio que sale
al espirar. Al comienzo puede que mantengas la consciencia que estás
respirando y eso cause que ella se torne irregular; pero esto no ocurre
con frecuencia. Si así ocurre, y llegas a sentirte sin aliento, deja
este ejercicio para otra oportunidad.
La mayoría de las personas encuentran que en este ejercicio su
respiración cambia, el aliento se vuelve más profundo y lento, y
comienzan a sentirse adormilados(as). Este es un muy buen ejercicio de
relajación; si deseas usarlo para orar en forma explícita, entonces deja
que el aspirar refleje todo lo que deseas en tu vida, aunque parezca
imposible, y que el espirar represente la entrega a Dios de todo lo que
posees, toda tu vida con tus preocupaciones, pecados, culpas y
arrepentimientos.
Es importante hacer esto sin juzgarse, ya sea con aprobación o
desaprobación. Mantén fija tu atención en tu deseo de entregar todas
estas preocupaciones sobre tu persona, y no te aferres a ellas como si
fueran un tesoro.
OFRECIMIENTO DE SÍ MISMO
Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi
memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer, Vos me lo
disteis, a Vos Señor lo torno, disponed de ello a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro
amor y vuestra gracia que ésta me basta.
Amén.
P. Ignacio de Loyola
Que nuestra Reina del cielo y la tierra os proteja
Amên
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