Zacarías en el templo
Lucas 1, 5-25. Adviento. Dejarnos llevar por Dios y confiar en su poder omnipotente que todo lo puede.
Autor: Andrés Pérez
Lucas 1, 5-25
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor.No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto. Zacarías dijo al ángel: ¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad. El ángel le respondió: Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo. El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres.
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor.No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto. Zacarías dijo al ángel: ¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad. El ángel le respondió: Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo. El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres.
Reflexión
Las cosas de Dios siempre aturden la mente cuando se las mira con los simples ojos de la carne. Pero a Dios nunca lo hemos de reducir a nuestros conceptos ni a nuestros puntos de vista. La fe, de hecho, es un dejarse totalmente a las manos de Dios. Porque Él sabe lo que hace, Él obra siempre bien.
Este pasaje evangélico tributa honor a la fe y a la confianza en Dios. Cuando parecía que no había otra escapatoria que la eterna esterilidad, Dios actúa. Dios se acuerda de las oraciones de sus hijos y a su tiempo debido manda, nada más ni nada menos, que a todo un arcángel para dar la buena nueva al pobre y viejo Zacarías. Los caminos de Dios parecen ser siempre misteriosos a los ojos de los hombres.
Meditemos profundamente en lo que ha significado para Zacarías el no dejarse llevar por Dios, pues no creyó las palabras de Gabriel. ¿Qué significa, por tanto, que no siempre nos dejemos llevar por Dios y confiar en su poder omnipotente que todo lo puede? ¿Es que Dios no puede sacar hijos de Abraham de las mismas piedras? ¿Es que todo lo tenemos que encuadrar en nuestras pobres miradas, ya viejas, ya cansadas por la incredulidad y por una fe nunca acrecentada y fortalecida? Esto no significa que tengamos que pedir cosas extrañas a Dios, sino todo cuanto nos ayude a nuestra salvación eterna y a dar gloria a Dios.
Porque estos viejos esposos pedían algo justo y entraba en los planes de Dios retrasar su petición para mostrar mejor su poder. Así también nosotros, pedir que nos conceda cuanto haya de ser para su mayor gloria y para manifestar su poder en el mundo.
A Zacarías e Isabel les concedió un hijo que fue de gran importancia en la historia de la Salvación. Dios siempre actúa, no se olvida jamás de sus hijos, aunque las cosas humanas parezcan ir por otros caminos. Él conoce nuestros caminos. Él sabrá como arreglárselas para sacar de lo imposible cosas magníficas...
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