En aquellos días: María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: « Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor». Palabra del Señor COMENTARIO Nos encontramos ya a las puertas de la Navidad y ¡Oh, sorpresa! es María embarazada de Dios quien irrumpe en nuestra vida rutinaria para anunciar el gozo de la encarnación del Hijo de Dios. Como Isabel debemos tener las puertas del corazón bien abiertas para que la Madre de Dios nos visite con la gracia de la cual es portadora. Como Isabel queremos felicitar a la Virgen por su fidelidad a los designios del Padre Eterno porque en ella, pura e inmaculada, el Señor hace maravillas a favor de los que todo lo esperan de su misericordia. Y como Isabel debemos hacer un acto de sencilla humildad para reconocer que todo es gracia, que el amor de Dios se nos adelanta y sale a nuestro encuentro sin ningún merecimiento de nuestra parte ¿Qué hicimos para merecer la “humanación” del Verbo eterno? La única respuesta posible es que “hicimos lío”. Por eso el hijo de María viene al mundo con una misión específica: La misión de redimirnos y otorgarnos la inimaginable dignidad de ser hijos de Dios por adopción. Todo es gracia. PROPUESTA ¡Abran las puertas al redentor! Nos decía el inolvidable Juan Pablo II y la ha vuelto ha repetir nuestro Papa Benedicto. Abrir las puertas al Señor que llega significa apertura del corazón a los dones de Dios que quieren encarnarse en nuestra historia actual. En nuestra sociedad donde cada vez más se escuchan los gritos angustiosos de los que sufren la violencia delictiva, los reclamos de justicia, la falta de trabajo y la pobreza endémica debemos abrir caminos de esperanza por medio de la proclamación eficaz del Evangelio. Cuando la tentación es el encierro, el aislamiento, María nos enseña a generar la “cultura del encuentro” venciendo las barreras del temor y la tristeza. Cuando las relaciones interpersonales parecen volverse cada día más virtuales, la Madre de Dios nos impulsa a darnos en todo los que somos para llenar de vida y esperanza a quien más lo necesiten. Y finalmente contemplemos el estremecimiento de Juan en es seno de Isabel. Este hecho destacado por su madre nos manifiesta la capacidad de la persona humana en estado embrionario de ser movida por el Espíritu de Dios como quien ya demuestra decididamente su ser más profundo de imagen y semejanza de Dios, creado para la eternidad. No desfallezcamos en la defensa de los derechos de aquellos seres humanos que aún, sin hablar, se hacen entender y nos dicen ¡Aquí estoy. Mi cuerpo es chiquito pero mi alma ya es grande! PROPUESTA En relación a esta última parte de la reflexión podríamos hacer una pequeña misión dirigida a las familias que se encuentran en tiempo de espera de una nueva vida por nacer. Llevar alguna imagen de la Virgen embarazada y proclamar el Evangelio de este IV Domingo de Adviento. Y no olvidemos que la visita de María a Isabel también incluyó la atención a la futura mamá próxima a dar a luz. De aquí podemos generar una serie de servicios concretos para ayudar a las mamás más necesitadas. Fuente: Pbro. Daniel Bossio |
sábado, 19 de diciembre de 2009
EVANGELIO DEL DOMINGO 20 DE DICIEMBRE DE 2009
Lc. 1, 39-45
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