jueves, 24 de diciembre de 2009

ENTREVISTA...

El cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, se prepara un año más para celebrar en familia una multitudinaria Eucaristía al aire libre. Será este domingo en la Plaza de Lima a partir de las 10 de la mañana. Para la ocasión, el cardenal ha recibido en su casa a ABC con el objetivo de contarnos cómo vive esta experiencia de Iglesia y cuáles son los temas que más le preocupan sobre la compleja realidad de España.

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¿Por qué se ha abierto la Misa de la Familia a Europa?
—Hay tres razones. Una que tiene que ver con la presencia en toda de Europa de lo que se llaman las nuevas realidades eclesiales, en forma muy singular, del Camino Neocatecumenal, que sienten como algo muy valioso lo que hemos hecho en España en la dos últimas grandes fiestas de la familia, en 2007 y 2008, y que les ha parecido que debíamos de vivirlo en un contexto de fraternidad y comunión con toda la Iglesia de Europa. Una segunda razón es que los problemas de fondo a los que hay que responder desde el punto de vista pastoral de la Iglesia, en relación con la familia, son los mismos en toda Europa. Y hay una tercera razón, menos importante, y es que el lugar de Europa donde el 27 de diciembre uno puede aspirar a que el tiempo no le deshaga el asunto es en España.

¿El Papa está preocupado por la situación de España? 

—Está preocupado por Europa en general, pero es cierto y evidente que la situación española en relación con la familia le llama la atención. Que sepamos no se ha dado, ni se está dando en ningún país europeo, una forma legislativa de modificación del derecho vigente sobre la vida, el matrimonio y la familia, tan alejada de la tradición cristiana, como la actual española. Este asunto, que es un problema en toda Europa, se convierte en estos días en un tema clave en España. De todos modos, la dimensión europea de la misa de este año no ha tenido que ver con el proceso español de la modificación de la ley del aborto. Si no se hubiera dado este proceso también la hubiéramos hecho.

¿Hay más razones para reunir a la familia cristiana que un año atrás?
 
—Menos no hay. Desde el punto de vista español, quizás haya alguna más que tiene que ver con ese proceso cultural, político y jurídico, que ha llevado a la nueva ley del aborto, que es inseparable en su contenido de la problemática general del matrimonio y la familia. La vida del ser humano nace en el corazón del matrimonio. En esa bellísima realidad del amor conyugal entre un hombre y una mujer se da pie al nacimiento de la familia. La familia es la comunidad donde se abre la posibilidad de que el hombre aprenda las variantes más hondas y más fundamentales de la experiencia del amor, de un amor gratuito. Toda esa pedagogía viva del amor tiene en la familia un lugar imprescindible e insustituible. 

«Los bienes materiales y el triunfo en la vida a toda costa se constituyen en «los dioses» de las nuevas generaciones»

Cuando ve a esas miles de familias participar en la misa, pese al frío y de haber viajado muchas de ellas desde muy lejos, ¿qué siente?
 
—Se tiene la vivencia de la Iglesia en plenitud. Eso es la Iglesia, ese acto de Iglesia refleja toda la profunda verdad de la vida y de la realidad de la Iglesia. Expresa, comunica y testimonia al hombre y al mundo cuáles son sus deseos, cuáles son las fuentes de su vida y qué ofrece la Iglesia al hombre.

¿Por qué un tema medular como la promoción de la familia y la natalidad ha pasado tan desapercibido en los últimos años?
 
—No es un fenómeno sólo de nuestro país. Se trata de un largo itinerario que se inicia en la década de los 70 en conjunción con una gran crisis cultural y espiritual de los jóvenes de Europa y América del Norte. Es el resultado de una opción de vida donde el hombre pone en el centro de su existencia una realización puramente individualista y egoísta de su vida; en la que el placer, el dinero, el ansia desmedida de los bienes materiales y el triunfo en la vida a toda costa se constituyen en «los dioses» de las nuevas generaciones como causa y efecto, a la vez del abandono de la concepción trascendente del hombre y del reconocimiento de la existencia de Dios. Hedonismo, materialismo y ateísmo se suelen condicionar mutuamente.

¿Y sus consecuencias?
 
—Tiene muchas consecuencias, como considerar que el vivir responsablemente la dimensión sexual de la persona es sólo tener cuidado de que no te enfermes. Segundo, vivir el ideal de la vida como ideal de paternidad y maternidad ya no tiene mucho sentido, entonces comienzan fenómenos como la expansión vertiginosa del divorcio y también la difusión y la legalización del aborto en las sociedades europeas. En definitiva, no se quiere dar la vida y no se comprende la vida como ofrenda.

El Congreso ha aprobado la ley del aborto. ¿Qué le parece lo más grave de esta ley?
 
—Facilita más que antes el paso hacia el aborto por parte de la mujer y, por lo tanto, empeora la situación del derecho a la vida. Abortar se convierte en un derecho en las catorce primeras semanas de embarazo. A más niños se les va a impedir nacer. La conciencia de una parte de la sociedad se va a embotar más. Puede producirse un efecto positivo, en tanto en cuanto va a suponer una llamada de gran urgencia para los cristianos, para convertirnos en servidores de la vida y acogedores de las madres que se ven en esas situaciones difíciles. Hay que pedir mucho a María, la Reina de la Vida, que sea así. 

«No se quiere dar la vida y no se comprende la vida como ofrenda»

La ley prevé incluir también la educación sexual en el sistema educativo. ¿Teme que sea un nuevo adoctrinamiento?
 
—Claro. Ese aspecto de la educación de la sexualidad humana es una responsabilidad de los padres. En primer lugar, toda fórmula escolar en cualquier tipo de centro de enseñanza, sobre todo en los que se forman niños y jóvenes, que no parta del respeto a ese derecho de los padres es mala y no responde a las exigencias del bien común y, por supuesto, a lo que establece la Constitución en el artículo 27, párrafo 3. 

Primero se llamó matrimonio a las uniones homosexuales y ahora se pretende convertir el aborto en un derecho. ¿Qué hay detrás de estas propuestas?
 
—Hay ciertamente una visión del hombre puramente inmanente y materialista, que ha llegado a convertirse en una teoría antropológica y psicológica muy dominante, favorecida por todo este tipo de acciones políticas y jurídicas que responden a la llamada teoría de género y para la que ser hombre o ser mujer es de un significado sin fundamento en el ser del hombre. Uno puede elegir ser hombre o ser mujer según las circunstancias históricas y culturales que han labrado y formado la historia de la persona. Esa teoría es la que se quiere implantar y no sólo teóricamente sino también en la práctica, diciendo a los jóvenes y a los niños que hay que «hacer opción» de su condición humana en lo sexual, como si eso no tuviera nada que ver con la sustancia de su ser personal.

Entonces, una determinada legislación puede cambiar la mentalidad de una sociedad...
 
—Una legislación nunca puede cambiar totalmente a una sociedad. La realidad del hombre y de lo humano es mucho más fuerte que cualquier legislación y todo el ordenamiento jurídico de ella resultante. Al final todo proceso histórico, cultural y jurídico que no responde al bien fundamental y a la verdad del hombre fracasa. Las leyes humanas pueden causar mucho dolor y sufrimiento pero al final se impone siempre la verdad y el bien del hombre.

¿Cómo está afectando la crisis a la familia?
 
—La crisis le está afectando mucho, sobre todo cuando se producen situaciones de pérdida de empleo. Las consecuencias son muy graves porque las expone a una situación de carencia fundamental que les impide poder responder a una necesidad vital como es la de alimentar y educar a los hijos. Eso es ocasión para que surjan problemas y sean motivo de rupturas familiares y de sufrimiento indecible para los hijos. Al final son los niños y adolescentes las víctimas más inocentes y menos culpables y más directamente afectadas por esas crisis de los matrimonios.

¿Cuenta la Iglesia con suficientes recursos económicos y humanos para seguir ayudando a las familias que se acercan a instituciones como Cáritas?
 
—Acabamos de celebrar una reunión del Consejo Diocesano de Cáritas de Madrid y hemos constatado que, en el 2009, se ha producido un crecimiento superior al 30% de las donaciones y una subida muy sustancial de los voluntarios. También hay una especie de vigorización espiritual y apostólica y muchas ganas de ayudar, de forma que estamos respondiendo bastante bien a las necesidades más elementales que sufren muchas familias. El año que viene tenemos previsto ampliar, además, la red de centros de ayuda a las madres en dificultades, muchas veces abandonadas con sus niños. Estamos intentando ayudarles para que no renuncien a sus hijos, que puedan ser madres. En este momento la oferta de ayuda es de gran amplitud y los recursos materiales y humanos están viniendo con una maravillosa generosidad que no deja diariamente de sorprendernos.

¿Qué le pide a Dios en estas Navidades?
 
—Que nazca en el corazón de la gente, de los niños, de los jóvenes, de las familias, incluidos los abuelos y que consuele mucho a los que están sufriendo en el alma y en el cuerpo. Y luego, que nazca también en ese mundo de pobreza y de dolor que nos rodea a causa de lo que llamamos crisis económica. También le vamos a pedir mucho al Niño Jesús por las familias el 27 de diciembre y por los jóvenes que se preparan para celebrar la gran Jornada Mundial de la Juventud en Madrid en 2011.

LAURA DANIELE - ABC

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