sábado, 19 de diciembre de 2009

PLEGARIA EN LA HORA DEL RECONOCIMIENTO DE LAS VIRTUDES HEROICAS DE JUAN PABLO II...

En gloria y alabanza a nuestro Dios

            El Papa Juan Pablo II nunca se marchó del todo de entre nosotros. Desde la ventana del cielo ha seguido y seguirá bendiciendo, iluminándonos, fortaleciéndonos, como hizo durante cerca de 27 años desde la ventana de los palacios apostólicos en el Vaticano. Este sábado 19 de diciembre, a las 12 horas, la Santa Sede hace pública la firma del correspondiente decreto papal que reconoce las virtudes heroicas, que vivió su fe, su esperanza y caridad cristianas de modo extraordinario. El unánime y tan sentido “santo subito!” del día de su muerte -2 de abril de 2005- y de los días de su duelo y funeral es una realidad mucho más próxima. Para la beatificación, es preciso el reconocimiento oficial por parte de la Santa Sede un milagro obrado por intercesión de Juan Pablo II, tras su muerte; y para su canonización, un nuevo milagro.


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          Ahora, en esta hora de gozo y de alabanza, no han de ocuparnos y preocuparnos tanto las fechas concretas de su beatificación –se habla del 17 de octubre de 2010 o muy tarde del 3 de abril de 2011- ni de su posterior canonización. 

Ahora, en esta hora, en este día, hemos de dar gracias a Dios con y por Juan Pablo II. Y hemos de orar acogiéndonos ya a su intercesión. Y pensar y al realizar nuestra oración sin duda que reviviremos su vida, su historia, su inolvidable ministerio petrino. 

Y así comprobaremos cómo nuestra oración se dilata por los cuatro puntos cardinales de la Iglesia y de la humanidad. Y comprobaremos cómo nuestra plegaria incluye a enfermos y a niños, a jóvenes y a familias, sacerdotes y a laicos, a esposos y a mayores, a católicos a agnósticos, a su sucesor Benedicto XVI y a todos los pastores, sacerdotes, consagrados y vocacionados. La nuestra será oración ecuménica e interreligiosa, oración de alabanza, de acción de gracias, de impetración. Oración, en suma, de alegría de esperanza. 

      Y comprobaremos, en fin, como nuestro corazón experimenta el gozo de la universalidad, la urgencia de la misión y la llamada a la santidad Y cómo nuestra plegaria clama el honor y la gloria al Dios que nos ama, del Dios de la providencia, del Dios de Jesucristo y de los santos, del Dios de nuestra Iglesia, del Dios de Juan Pablo II. A El, pues, a nuestro Dios, todo el honor y la gloria por los siglos. Amén...

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