LA NUBE AVARIENTA
Pedro Pablo Sacristán
Érase una vez una
nube que vivía sobre un país muy bello. Un día, vio pasar otra nube
mucho más grande y sintió tanta envidia, que decidió que para ser más
grande nunca más daría su agua a nadie, y nunca más llovería.
Efectivamente, la nube fue creciendo, al tiempo que su país se secaba. Primero se secaron los ríos, luego se fueron las personas, después los animales, y finalmente las plantas, hasta que aquel país se convirtió en un desierto. A la nube no le importó mucho, pero no se dio cuenta de que al estar sobre un desierto, ya no había ningún sitio de donde sacar agua para seguir creciendo, y lentamente, la nube empezó a perder tamaño, sin poder hacer nada para evitarlo.
La nube comprendió entonces su error, y que su avaricia y egoísmo
serían la causa de su desaparición, pero justo antes de evaporarse,
cuando sólo quedaba de ella un suspiro de algodón, apareció una suave
brisa. La nube era tan pequeña y pesaba tan poco, que el viento la llevó
consigo mucho tiempo hasta llegar a un país lejano, precioso, donde
volvió a recuperar su tamaño.
Y aprendida la lección, siguió siendo una nube pequeña y modesta,
pero dejaba lluvias tan generosas y cuidadas, que aquel país se
convirtió en el más verde, más bonito y con más arcoiris del mundo.
Y díjoles: Mirad, y guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
Lucas 12,15
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