LA PLAGA DEL OCULTISMO Y LA NECESIDAD DE LA CONVERSIÓN
¿Sufre pesadillas con
frecuencia?¿Escucha ruidos extraños en su hogar? ¿Baja la temperatura
sensiblemente en su habitación? ¿Siente que algo se le sube al cuerpo cuando se
recuesta? ¿Ve sombras en la noche? ¿Cambian los objetos de lugar en su casa sin
que alguien los mueva? ¿Aulla su perro a las 3:00 AM? ¿Surgen plagas de
insectos en su cocina aún tras limpiar y fumigar? ¿Aparecen moretones o heridas
en su cuerpo de un día a otro? ¿Percibe olores putrefactos? ¿Observa “entes”
que le miran con odio, blasfeman y lo atacan físicamente?
Jaime Duarte Mtz.
Director del Centro de Investigaciones sobre la Nueva
Era (CISNE)
(Texto guía de la conferencia impartida el día 18 de marzo de 2014 en la Catedral de Toluca, Edomex).
Si usted o alguien de sus familiares han experimentado o padecen hoy
día alguna de esas manifestaciones muy probablemente se debe a que
incursionaron en prácticas del ocultismo, las cuales “abren puertas
automáticas” a la actuación de los espíritus inmundos o ángeles caídos
(demonios).
El
ocultismo es hoy una de las corrientes más comúnes y devastadoras que forman
parte del movimiento herético New Age o Nueva Era. Conjuntamente con el
orientalismo, la medicina alternativa (una parte extensa de esta) y el
esoterismo, este aleja progresivamente a las personas de la verdadera fe, de la
Iglesia, de la vida de gracia y del camino de la Salvación. El Papa Juan Pablo
II dijo al respecto: “La ignorancia en el campo religioso es aprovechada
frecuentemente por grupos esotéricos o por sectas para atraer a los fieles poco
arraigados en su fe”.
En mi
experiencia de más de 15 años sobre el tema he podido constatar -a través de la
observación ocular, de múltiples testimonios y de la consulta documental- cómo
cientos de hermanos católicos han padecido las consecuencias de esta terrible
plaga: poesesiones demoníacas, obsesiones, compulsiones y vejaciones crueles
que evidencian la incursión personal o familiar en lo oculto y el efecto
destructivo y pernicioso de dicha lacra. Viven auténticos dramas silenciosos
porque sufren, además, la incomprensión de sus seres queridos y hasta de muchos
sacerdotes. ¡Pero bendito Dios existe solución!
Etimológicamente
hablando el vocablo “oculto” significa lo que está escondido. Es decir, el
ocultismo revela o da a conocer lo que estaba oculto. “Remite a todas aquellas
prácticas que nos muestran una visión del mundo desde una perspectiva mágica
y sobrenatural”, indica Jean Laurent R., en su obra Grandes enigmas del ocultismo. Monseñor Donald W. Montrose, Obispo
de Stockton, Califormia, dice que por ocultismo “entendemos una influencia
supra-humana o sobrenatural que no es de Dios y comúnmente lo asociamos con lo
que tiene influencia demoníaca”.
El
ocultismo engloba, a su vez, una amplísima gama de creencias y prácticas; son
trampas que el Maligno inventa para apartarnos de Dios pues van contra el
culto, el honor y el amor que debemos rendirle únicamente a Él, como Padre y Creador
Nuestro que es. Es decir, me refiero al incumplimiento del Primer Mandamiento
de su Ley santa.
Nuestro
Señor, como Padre amoroso que es y sabedor del peligro que encierra el
ocultismo nos advierte y ordena alejarnos de este. Por ejemplo, en la Sagrada
Escritura encontramos varias invitaciones de Dios, como en Deu. 18,
9-14. En el Libro de Lev. 19, 31 leemos: “No os dirijáis a los nigromantes, ni consultéis a los adivinos
haciéndoos impuros por su causa. Yo, Yahveh, vuestro Dios”. Más advertencias:
Lev. 20, 6. Deu. 28, 1-4 y 15-46. Y en el Catecismo de la Iglesia
Católica podemos ubicar el tema en los numerales 2116 y 2117.
El
ocultismo es, por tanto, un pecado grave que da “derecho” a Satanás a
provocarnos males en vida y, si no hay conversión del bautizado, puede llevar a
la condenación eterna. Igualmente grave es maldecir, practicar ritos, realizar
pactos o consagraciones al Demonio y pertenecer a grupos satánicos y
anticristianos.
A fin de
discernir si usted o algún miembro de su familia incursionó en el ocultismo por
medio de creencias y prácticas promovidas por los medios de comunicación, cursos,
ritos, libros, música, caricaturas, películas, videojuegos, etc., le muestro
ahora una breve lista de las vertientes que lo conforman, con sus
manifestaciones o prácticas correspondientes:
1. Adivinación (mancias): astrología
(horóscopos), cartomancia (tarot), carta astral, quiromancia (lectura mano),
numerología, runas, cocos, café, etc.
2. Poderes paranormales
(parapsicología): percepción extrasensorial y fenómenos psíquicos: telepatía,
clarividencia, clauriaudiencia,
precognición, retrocognición, telequinesia, poltergeist, Método
Control (mental) Silva. Apertura del “tercer ojo”.
3. Supersticiones: “buena” y “mala” suerte, fetiches
o amuletos populares, “devociones” equivocadas a los santos (poner de cabeza a
San Antonio), culto a “santos piratas” (Malverde, niño Fidencio), devoción a la
“santa muerte”.
4. Magia, brujería y hechicería:
chamanismo, curanderismo y nagualismo, limpias, viajes astrales, “espíritus de
la naturaleza” (hadas, elfos, duendes, trolls), Halloween. Beber o verter sangre y ofrecerla, pasar por círculos de
fuego, etc.
5. Espiritismo: clásico (ouija) y moderno (channeling), santería y vudú, ángeles zodiacales (“guías” y “seres
de luz”); “niños índigo”, “niños cristal” y “niños arcoiris”, Eneagrama, Curso
de milagros, Reconnection Healing,
hipnosis, “curación” por péndulo, Constelaciones Familiares.
6. Demonismo: luciferismo (“misas rojas”) y
satanismo (“misas negras”). Sobre esta última corriente, una de las más fuertes
entre la juventud, subrayo expresiones y actitudes que se han traducido en el
surgimiento de “tribus urbanas” como darks, góticos, vampiros y hasta los
zombies. Cuidado, por cierto, con el piercing, las escarificaciones y los
tatuajes pues son “sellos” que Satanás emplea para influir y dañar a quien los
graba en su cuerpo.
Si
practicó usted –a sabiendas o por ignorancia- alguna o varias de estas
expresiones le invito a:
a) confesarse de esos pecados;
b) renunciar al Maligno
y a sus obras (renovar sus promesas bautismales);
c) convertirse a Dios; d) leer la Biblia y estudiar su fe;
e) vivir la gracia divina (Misa, Eucaristía, horas santas);
f) rezar el santo Rosario y la coronilla de la Misericordia, y
g) consagrarse a los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
Dios le
ama profundamente y no quiere que usted ni los suyos se pierdan ni sufran más
las consecuencias que conlleva el alejarse de Él con la práctica y el pecado
del ocultismo. Su mayor muestra es que Cristo, su Hijo, se encarnó y con su
pasión, muerte y resurrección venció al Enemigo y nos alcanzó la libertad.
Recuerde: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. (Jn.
10,10).
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