Toda la vida de San José fue un acto
continuo de fe y obediencia en las circunstancias más difíciles y oscuras en que
le puso Dios. Él es al pie de la letra "el administrador fiel y solícito a quien
el Señor ha puesto al frente de su familia" (Lc 12, 42). Desde tiempo
inmemorial, la Iglesia lo ha venido venerando e invocando como continuador en
ella de la misión que un día tuviera para con su Fundador y Madre. En los
momentos de noche oscura, el ejemplo de José es un estímulo inquebrantable para
la aceptación sin reservas de la voluntad de Dios. Para propiciar esa veneración
e imitación y para solicitar su ayuda, ponemos a continuación el siempre actual
Ejercicio de los siete Dolores y Gozos.
Por la señal de la Santa Cruz, de
nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el Nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de
haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí.
Pero mucho más me pesa, porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande
como Vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente
no pecar más y evitar todas las ocasiones próximas de pecado.
Amén.
Ofrecimiento
Glorioso Patriarca San José, eficaz
consuelo de los afligidos y seguro refugio de los moribundos; dignaos aceptar el
obsequio de este Ejercicio que voy a rezar en memoria de vuestros siete dolores
y gozos. Y así como en vuestra feliz muerte, Jesucristo y su madre María os
asistieron y consolaron tan amorosamente, así también Vos, asistidme en aquel
trance, para que, no faltando yo a la fe, a la esperanza y a la caridad, me haga
digno, por los méritos de la sangre de Nuestro Señor Jesucristo y vuestro
patrocinio, de la consecución de la vida eterna, y por tanto de vuestra compañía
en el Cielo. Amén.
Primer dolor y gozo
Esposo de María, glorioso San José,
¡qué aflicción y angustia la de vuestro corazón en la perplejidad en que
estabais sin saber si debíais abandonar o no a vuestra esposa! ¡Pero cuál no fue
también vuestra alegría cuando el ángel os reveló el gran misterio de la
Encarnación!
Por este dolor y este gozo os pedimos
consoléis nuestro corazón ahora y en nuestros últimos dolores, con la alegría de
una vida justa y de una santa muerte, semejante a la vuestra asistidos de Jesús
y de María.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
Segundo dolor y gozo
Bienaventurado patriarca glorioso San
José, escogido para ser padre adoptivo del Hijo de Dios hecho hombre, el dolor
que sentisteis viendo nacer al Niño Jesús en tan gran pobreza, se cambió de
pronto en alegría celestial al oír el armonioso concierto de los ángeles y al
contemplar las maravillas de aquella noche tan
resplandeciente.
Por este dolor y gozo alcanzadnos que
después del camino de esta vida vayamos a escuchar las alabanzas de los ángeles
y a gozar de la gloria celestial.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
Tercer dolor y gozo
Ejecutor obediente de las leyes
divinas, glorioso San José,
la sangre preciosísima que el Redentor Niño derramó en su
circuncisión os traspasó el corazón, pero el nombre de Jesús que entonces se le
impuso, os confortó llenándoos de alegría.
Por este dolor y por este gozo
alcanzadnos el vivir alejados de todo pecado, a fin de expirar gozosos con el
nombre de Jesús en el corazón y en los labios,
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria,
Cuarto dolor y gozo
Santo fiel, que tuvisteis parte en los
misterios de nuestra redención, glorioso San José, aunque la profecía de Simeón
acerca de los sufrimientos que debían pasar Jesús y María, os causó dolor, sin
embargo os llenó también de alegría, anunciándoos al mismo tiempo la salvación y
resurrección gloriosa que de ahí se seguiría para un gran número de
almas.
Por este dolor y por este gozo,
conseguidnos ser del número de los que por los méritos de Jesús y por la
intercesión de la Virgen María han de resucitar
gloriosamente.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria,
Quinto dolor y gozo
Custodio vigilante del Hijo de Dios
hecho hombre, glorioso San José, ¡cuánto sufristeis teniendo que alimentar y
servir al Hijo de Dios, particularmente a vuestra huida a Egipto!, ¡pero cuán
grande fue vuestra alegría teniendo siempre con vos al mismo Dios y viendo
derribados los ídolos de Egipto!
Por este dolor y por este gozo,
alcanzadnos alejar para siempre de nosotros al demonio, sobre todo huyendo de
las ocasiones peligrosas, y derribar de nuestro corazón todo ídolo de afecto
terreno, para que ocupados en servir a Jesús y María, vivamos tan sólo para
ellos y muramos gozosos en su amor.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria,
Sexto dolor y gozo
Ángel de la tierra, glorioso San José,
que pudisteis admirar al Rey de los cielos, sometido a vuestros más mínimos
mandatos, aunque la alegría al traerle de Egipto se turbó por temor a Arquelao,
sin embargo, tranquilizado luego por el Ángel vivisteis dichoso en Nazaret con
Jesús y María.
Por este dolor y gozo, alcanzadnos la
gracia de desterrar de nuestro corazón todo temor nocivo, de poseer la paz de la
conciencia, de vivir seguros con Jesús y María y de morir también asistidos de
ellos.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria,
Séptimo dolor y gozo
Modelo de toda santidad, glorioso San
José, que habiendo perdido sin culpa vuestra al Niño Jesús, le buscasteis
durante tres días con profundo dolor, hasta que lleno de gozo, le encontrasteis
en el templo, en medio de los doctores.
Por este dolor y este gozo, os
suplicamos con palabras salidas del corazón, intercedáis en nuestro favor para
que no nos suceda jamás perder a Jesús por algún pecado grave. Mas si por
desgracia le perdemos, haced que le busquemos con tal dolor que no nos deje
reposar hasta encontrarle favorable, sobre todo en nuestra muerte, a fin de ir a
gozarle en el cielo y a cantar eternamente con Vos sus divinas
misericordias.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
Antífona
Jesús mismo era tenido por hijo de
José, cuando empezaba a tener como unos treinta años. Rogad por nosotros, San
José, para que seamos dignos de las promesas de
Cristo.
Oración Final
Oh Dios, que con inefable providencia,
os dignasteis elegir al bienaventurado José por esposo de vuestra Santísima
Madre, os rogamos nos concedáis tener como intercesor en los cielos al que en la
tierra veneramos como protector. Vos que vivís y reináis por los siglos de los
siglos. Amén.
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