Rui Barbosa, al llegar a su casa, escuchó un extraño barullo que provenía de su patio.
Al llegar allá, constató que había un ladrón intentando llevarse sus patos del criadero.
Se
aproximó sigilosamente al individuo, sorpendiéndolo cuando intentaba
brincar el muro con sus amados patos.
Pegando en la espalda del invasor,
le dijo:
¡Bicéfalo,
no es por el valor intínseco de los bípedos palmípedos y si por el acto
vil y encubierto de escalar como profanas mi residencia. Si lo hicieres
por necesidad, tansijo; pero si es para burlarte de mi alta
personificación de ciudadano digno y honrado, te fulminaré con mi
bengala fosfórica en lo alto de tu sinagoga lo cuál te reducirá a la
quincuagésima potencia que el vulgo denomina nada!
Entonces el ladrón, bastante confuso, respondió: Mira muchacho, ¿Dejo o me llevo los patos?
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