ACCIÓN DE SATANÁS CONTRA LOS PLANES DIVINOS EN LAS APARICIONES
Dos aspectos interesan en el
presente tema. Primero, que la acción del demonio es opositiva, está
siempre en contra de Dios y de su obra. En segundo lugar, el demonio, en
su naturaleza caída, es sabio y poderoso, mucho más que los humanos, y
utiliza sus poderes de mil maneras en el intento de desviar las
voluntades libres de los hombres del camino trazado por Dios. Pero no es
ni omnipotente ni omnisciente.
Fuente: Las apariciones marianas en la vida de la Iglesia. Estudios
Marianos. Vol. LII, pp. 375-384. Sociedad Mariológica Española.
Salamanca, 1987.
Autor: el jesuita P. Sebastián Bartina (Gerona 1917), escriturista,
orientalista y papirólogo insigne, es miembro de la Sociedad Mariológica
desde 1960. Especialista en temas bíblicos, suman 34 sus publicaciones
maríanas: “Aspectos mariológicos en el primer milagro de Caná” (EM,
1961), «La celeste Mujer, enemiga del Dragón (Ap. 12)» (1963).
De ahí la fuerza que tiene para engañar al hombre, y la debilidad del
hombre, si no recurre a la omnipotencia, sabiduría, bondad divinas.
Proponemos una ordenación sistemática útil en cuatro apartados sobre la acción satánica donde hay apariciones.
ACCIÓN DESTRUCTIVA EXTERNA
Los contrarios son hombres que, de múltiples formas —por su
actuación y tendencia—, caen dentro del círculo de acción del diablo, y
por ello son llamados «hijos de las tinieblas». Desde la persecución más
solapada a la más burda y manifiesta, desde los procedimientos más
finos, legales y sociales, hasta las destrucciones más violentas, se
expanden en una extensa gama.
Son conocidas las dificultades y las persecuciones que agitaron la
causa de Lourdes y que tuvo que soportar Bernardette Soubirous, hasta su
definitiva aprobación. De modo semejante, no fue fácil para la causa de
Fátima superar las muy graves contradicciones que se presentaron desde
el comienzo: arresto y prisión de los videntes, mítines de
propaganda subversiva, profanación del sagrado lugar y saqueo sacrílego,
persecución contra el clero, mandatos perentorios a los párrocos,
medidas gubernamentales contrarias, prohibiciones y cinco bombas en el
lugar de las apariciones. Son destrucciones fundamentalmente antirreligiosas, aunque a veces se presentan so capa de utilidad pública o interés social.
Otros casos más específicos de actuación destructiva de Satanás, en
el campo de las apariciones, se dan en lo que podríamos llamar una
acción interior.
CONFUSIÓN, DESVIACIÓN Y DESTRUCCIÓN DEL VIDENTE
Si hay alguna cosa que respete más el Cielo es la libertad humana. No
vayamos a creer que, por el mero hecho de aparecerse la Santísima
Virgen a un vidente determinado y encargarle la realización de un
mensaje, éste ya tenga asegurada su correspondencia, su santidad y su
misma salvación. Un alma puede tener carismas, incluso para bien de
otros, haberlos aplicado correctamente y llegar a frustrar los planes
divinos y a perderse. «La corrupción de lo mejor es la peor» (corruptio
optimi pessima). La acción divina en el campo sobrenatural, suele tener
la misma generosidad o mayor, que en el campo natural, donde tantas
oportunidades se pierden.
Precisamente, en este hecho se basa la posibilidad destructiva del
demonio. Sus asedios se dirigen a corromper la voluntad humana en la
respuesta a las gracias divinas.
La acción de Dios suele proceder de modo que, a mayor
correspondencia del alma agraciada, siguen mayores dones; a menor,
menos; a ninguna, la retirada divina, como en el caso de Saúl.
De ahí que no pocos casos que al principio eran buenos, se
han frustrado por la mala correspondencia del hombre. Algunas
apariciones marianas que fueron auténticas al principio, concluyeron
mal. De ahí también la prudencia de la Jerarquía en no precipitarse, y
la importancia de un competente director espiritual que asista al (a la)
vidente.
Sin embargo, no creamos que la Virgen Santísima siempre fracasa. Como
una buena madre que no retrocede, cueste lo que cueste, para arrancar a
su hijo o a su hija de una difícil situación, muchas veces protege,
ayuda y vigila, encamina, enseña, castiga y trata del modo más
conveniente al vidente, para que al fin, respetando siempre su libertad,
triunfe en él su amor de Madre.
Por tanto, un modo interior de actuación del demonio sería la intención de confundir, desviar y destruir al vidente:
a) Primero, cuando un vidente ha sido movido y agraciado con
dones del Cielo, especialmente con apariciones, el demonio se le puede
presentar en figura horrenda y espantosa para asustarle y anularle.
Los éxtasis del buen espíritu conservan y respetan siempre la libertad
del vidente en todo el momento extático. Los falsos éxtasis del diablo
pueden anular momentáneamente la libertad del individuo, como una droga.
b) Un caso más sutil se da cuando el demonio se aparece al
vidente transfigurado en «ángel de luz». Suele ser al principio de sus
experiencias extáticas, cuando no sabe todavía distinguir ni analizar
las visiones que recibe. Pero siempre, en estos casos, la
engañosa visión, que guarda cierta analogía o paralelismo con las del
buen espíritu, ofrece rasgos incongruentes e ilógicos, posibles de
detectar. Los videntes, en su experiencia incipiente, llegan a descubrir
el engaño y piden ardientemente la protección celeste para no sucumbir.
DESTRUCCIÓN DEL LUGAR DE LAS APARICIONES
Avanzando un grado más, la acción satánica puede centrarse en
destruir el lugar de las apariciones, convertido ya en un centro de
oración. No tiene prisa. Intenta conseguirlo de este modo.
Cuando hay fenómenos de apariciones, se forman en seguida
grupos de personas piadosas o curiosas, venidas de todas partes. Entre
ellas, hay un porcentaje reducido que empieza a sentir, o creer que
siente, carismas de todas clases, como si estuvieran en consonancia con
los acontecimientos. En la inmensa mayoría son ilusiones, sugestiones,
engaños, puramente en el terreno psíquico natural, y es fácil
descubrirlos y evitarlos.
Otro aspecto más grave, en esta línea, es que hay personas,
generalmente sencillas y muy devotas, que, por su origen o por su
idiosincrasia, admiten como verdadero cualquier fenómeno de carácter
visional y creen lo que se les dice sin el menor asomo de duda.
Para ellos, cuantas más personas celestes vea el vidente, mejor es, y
quieren llevar a la práctica cualquier aviso, encargo, consejo o mensaje
que reciben, por costoso que sea, sin capacidad de discernimiento. Esta
actitud cerrada, mental y anímica, va acompañada de un frío rechazo
absoluto de las advertencias o consejos de los prudentes directores
espirituales. Les puede llevar a graves equivocaciones.
Pero además, se da otro caso mucho más serio, en que es difícil descubrir la acción satánica. Cuando
hay un vidente movido por el buen espíritu, aparecen cerca de él otro u
otros videntes falsos con fenómenos maravillosos, que buscan
relacionarse con el verdadero. Invocando la caridad fraterna universal,
quieren tener «sus visiones» en el lugar donde va ordinariamente el buen
vidente. A la larga, sin embargo, aparecerá la falsedad de
esos videntes, que habrán atraído grupos de admiradores; desde luego con
espíritu de oración y sacrificios, no raramente excesivos. Es muy
posible, en este estadio, que ni ellos mismos se den cuenta de la
naturaleza de sus experiencias. Mucho peor si obran conscientes de la
falsedad de sus fenómenos. Con su caída, o descrédito posterior, querrán
arrastrar, como el río diabólico del Apocalipsis ( Ap 12, 15-16), a los
auténticos videntes.
Más aún: los videntes falsos, conscientes o inconscientes,
tienen una marcada inclinación a acudir al sitio donde hay grupos de
oración o a otros lugares de apariciones, para tener allí sus falsos
éxtasis y crear un clima de confusión y perturbaciones. El remedio está
en separar totalmente el lugar de oración de la presencia de otros
videntes advenedizos. Insistimos en que ellos, a veces, no son
conscientes de que sus visiones sean falsas. No raramente lo ignoran por
largo tiempo. Son juguete e instrumento del espíritu destructor.
René Laurentin les llama «epidemia de visionarios», al tratar
de los falsos videntes que proliferaron en torno a Bernardette, en
Lourdes. En el segundo volumen de su obra “Lourdes. Documents
authentiques” consigna un repertorio de visionarios que incluye setenta y
cuatro; cuarenta y ocho de ellos individuales, los otros en grupos.
Otro procedimiento para destruir un lugar de apariciones es el de «la competencia».
Supongamos un lugar auténtico, como Lourdes, donde la piedad, la
oración, el sacrificio y la caridad para con los enfermos, no solamente
se mantienen, sino que crecen con multitudes que acuden de todas partes y
de varias naciones, y que de repente se dice que cerca, a unos cien o
doscientos kilómetros, se aparece la Virgen Santísima, que hay prodigios
espectaculares; pero que, a la vez, hay concelebraciones y alianzas
colectivas con la participación de incautos sacerdotes y que acuden
turbas copiosas, y también hay obras de caridad. ¿Es posible que
la Virgen Santísima, tan discreta, tan humana, prudentísima, haya
escogido otro centro de apariciones competencial, junto a uno que Ella
ha fundado? ¿No se trata, en cambio y en realidad, de una treta del
Enemigo para restar importancia y destruir, si fuera posible, el
verdadero?
ACCIÓN DESTRUCTORA ENTRE LOS QUE ACUDEN A LOS LUGARES DE APARICIONES Y RESPONDEN A SUS MENSAJES
Otro capítulo de la acción satánica destructora es la que se dirige
principalmente a las personas que responden a la acción divina realizada
en lugares de apariciones verdaderas o en movimientos originados por
ellas.
Fracasados los otros intentos, le queda todavía al Destructor
el método más eficaz: pervertir la convivencia humana con la desunión
de las voluntades, para lograr la destrucción de la obra de Dios. El
demonio es maestro en indisponer los ánimos en grupos bien avenidos. Con
el agravante que, una vez producida la escisión, es muy difícil lograr
su compostura.
Pero hay todavía otra particularidad, y es que, transcurrido un
tiempo que no suele ser muy largo, si el Maligno no ha logrado sus
propósitos, pasa a perturbar a otro del grupo según el mismo
procedimiento, pero por otras causas concretas; y luego a otro, y así
sucesivamente. Su fin inmediato es la desunión de las voluntades y el
mediato la destrucción de la obra de Dios.
CONCLUSIÓN
Se puede afirmar, como principio general, que Satanás acude
siempre donde está María Santísima para deshacer su obra, si puede. La
razón teológica es porque María es la única pura criatura humana que
nunca ha tenido parte alguna con el diablo. Por consiguiente, el que
cierra las puertas a María Santísima, las abre a Satanás.
Este hecho puede ser contraprueba válida de la verdad de unas
apariciones concretas de la Virgen Santísima. Donde esté María, habrá
señales evidentes de la intención y acción destructiva de Satanás. Y al
revés: en lugares de apariciones en que sucedan maravillas
espectaculares con afluencia de muchedumbres como espectáculo o,
simplemente, un lugar que no tenga contradicción alguna
desproporcionada, difícilmente será obra del buen espíritu.
En último término, en el discernimiento de espíritus en las
apariciones es decisivo el criterio que el mismo Jesús nos indicó en el
Evangelio: «Por sus frutos los conoceréis». Estos frutos pueden tardar
en aparecer, pero aparecerán, y, quien tiene la última palabra es el
juicio de la autoridad competente en la Jerarquía Sagrada de la Iglesia.
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