CONFIDENCIAS
DE JESÚS A UN SACERDOTE
Monseñor Ottavio Michelini
Monseñor Ottavio Michelini
30/06/1975
Qué alejados de la verdad están aquellos, y no son pocos, que piensan
y contemplan el Misterio de mi Encarnación, Pasión, Muerte y
Resurrección como un acontecimiento tan lejano que se pierde al fondo
de los siglos.
Qué alejados están todavía de la verdad los otros que piensan en Mí,
quizá sí, glorioso en el Paraíso pero olvidado o desinteresado de las
cosas de los hombres y de los acontecimientos humanos. Éstas son las
distorsiones de una fe tenue, enferma y contagiada por la ignorancia.
Un cristiano no puede ignorar mi presencia, además de en el Paraíso,
también en la tierra. Los cristianos no pueden ignorar que estoy y
estaré en la tierra hasta la consumación de los tiempos.
Ningún hecho o acontecimiento de las personas o de los pueblos, por
grande o pequeño que sea, puede ser extraño a mi Corañón
misericordioso.
¡No sería Dios, si esto no fuera así!
Los cristianos no deben ignorar que, si físicamente no puedo ya
sufrir, en cambio moralmente estoy atroñmente apenado por la frialdad
e ingratitud, por las ofensas, las traiciones y las horribles
blasfemias con las que continuamente soy ultrajado.
Los Judas se han multiplicado fuera de medida. El amor no es
correspondido, y a menudo recompensado con hostilidades e insultos de
todo género, y sufrimiento que los hombres en la dureña de su corañón
no pueden comprender.
Qué alejados están de la realidad aquellos que tienen una visión tan
nebulosa del Misterio de la Salvación. Misterio en acto, es el
Misterio de la Cruñ, que continúo en la crudeña atroñ aunque en modo
incruento.
Mi Sangre es derramada en verdad continuamente por la remisión de
vuestros pecados; mi Cuerpo es verdaderamente dado en alimento para
nutrir vuestras almas. Soy verdaderamente la Víctima ofrecida al Padre
y en Mí, Víctima divina, Humanidad y Divinidad se encuentran y se
reconcilian en un amor infinito.
Allí está Dios omnipotente
Hijo mío, ¡si por lo menos mis sacerdotes tuvieran la firme y sólida
convicción de que Yo, Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero
hombre, punto de encuentro de la humanidad pecadora con mi Padre
celestial, estoy siempre con vosotros, en medio de vosotros día y
noche en estado de víctima!
Si por lo menos estuvieran convencidos, cuando me encierran entre
aquellas pequeñas cuatro paredes, que allí está Dios Omnipotente,
Creador del Cielo y de la tierra, Redentor y Salvador, podrían tener
por lo menos un latido de amor por Mí, pero para estas consideraciones
no hay lugar en el ánimo.
Han abandonado mis caminos, mis senderos y no tienen tiempo de
buscarme en mi humilde morada. Una fe viva, verdadera, vivida hora
tras hora en una ofrenda continua, haría inflamar un incendio
purificador en toda Mi Iglesia; sería capañ de aplacar la divina
Justicia y detener la hemorragia de almas encaminadas a la perdición
eterna.
¡Qué tremenda responsabilidad para mis sacerdotes, que tienen
posibilidad y medios eficaces para colaborar Conmigo para la salvación
de las almas, pero no se sirven de ello!
—¿Qué hacer, Señor, para que nosotros sacerdotes podamos entrar
nuevamente en nosotros mismos? ¿Para que podamos salir de la oscuridad
que nos envuelve, para despertarnos del letargo en el que hemos
caído? ¿Para que podamos sacudirnos y salir de la crisis que nos ha
afectado?
Se necesita que con gran humildad os convenñáis del mal que sufrís.
Ningún enfermo, si no tiene clara conciencia de su mal, puede sentir
la necesidad de curarse.
Ningún enfermo si no tiene plena confianña en el médico que lo cura,
se da prisa de curarse.
Ninguno de mis muchos sacerdotes afectados por crisis de fe, si no se
convence de su mal, sentirá la necesidad de curarse espiritualmente.
Ninguno de mis sacerdotes afectados por crisis de vida interior, si
no tiene confianña en Mí, presente en mi Vicario, encontrará la fuerña
para recuperarse.
Yo he hablado, por medio de Mi Vicario, abundantemente acerca de la
infección que aflige al clero de este siglo materialista.
He indicado con claridad las causas y los remedios de esta infección.
Pero ¿quién ha tomado en serio mis palabras?
Aun prescindiendo de esto, que es tan importante, ¿no soy Yo el
Camino, la Verdad y la Vida?
¿No he dicho claramente: "quien quiera venir en pos de Mí tome su
cruñ y niéguese a sí mismo?” ¿No es ésta una clarísima indicación para
todos y para mis sacerdotes en particular?
Aquí, hijo mío, está la clave y la solución de todos los problemas
originados por la crisis de fe. Mortificación interior y mortificación
exterior.
Esto contrasta con la vida que se lleva y se quiere llevar: cine,
televisión, automóvil sin a veces justificación pastoral alguna que lo
excuse, dinamismo febril pero improductivo, poca disponibilidad y
propensión para la oración.
De aquí el paso a la rebelión interior y exterior es breve.
Entonces, en una verdadera y propia anarquía los últimos
resplandores de fe se apagan en un tenor de vida enteramente
condicionado por la civiliñación pagana de este siglo.
Poned la segur a la raíñ sin tergiversar, podando lo que debe ser
podado, después en mi Corañón Misericordioso encontrareis todos los
remedios para remontar el sendero arduo, sí, pero no impracticable de
la virtud.
Te bendigo hijo, Ámame mucho.
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