NOVENA EFICAZ DE LAS TRES MARÌAS
¿En qué consiste la devoción de las Tres Avemarías?
En rezar tres veces el Avemaría a la Santísima Virgen, Madre de Dios y
Señora nuestra, bien para honrarla, bien para alcanzar algún favor por
su mediación.
¿Cuál es el fin especial de esta devoción?
Honrar tres principales atributos de María Santísima, a saber: el
poder que le otorgó Dios Padre, por ser su Hija predilecta; la sabiduría
de que la adornó Dios Hijo, al elegirla por su Madre; y la misericordia
de que la llenó Dios Espíritu Santo, al escogerla por su inmaculada
Esposa.
¿Y cuál es el fundamento de esta devoción?
La afirmación católica de que la Santísima Virgen poseyó, en el más
alto grado posible a una criatura, los atributos de poder, sabiduría y
misericordia.
Esto enseña la Iglesia al invocar a María como Virgen Poderosa, Madre de Misericordia y Trono de Sabiduría.
¿En qué consiste la Novena de las Tres Avemarías?
En rezar tres veces el Avemaría durante nueve días. Como hemos
indicado en su lugar, la Santísima Virgen prometió a Santa Matilde
asistirla en la hora de la muerte si rezaba cada día en su honor tres
Avemarías para celebrar los atributos de Poder, Sabiduría y Misericordia
con que la enriqueció la Beatísirna Trinidad.
Mas los devotos de María, entendiendo con esto cuán de su agrado es
este obsequio, juzgaron que repitiéndolo durante nueve días, quizás
alcanzarían para sus necesidades el eficaz socorro de su poderosa
intercesión. Este es el origen de la Novena eficaz de las Tres
Avemarías.
Esas Tres Avemarías son como otras tantas aldabadas que damos a las
puertas del misericordioso y compasivo corazón de Nuestra Señora; son
como tres aclamaciones angustiosas con que el alma implora su Poder,
Sabiduría y Misericordia para el remedio de las múltiples necesidades
que la aquejan.
Cuán del agrado de Nuestra Señora sea este piadoso ejercicio, dicenlo
muy elocuentemente los muchos y diversos favores, tanto espirituales
como materiales, que cuentan haber alcanzado por semejante práctica las
personas que se han servido de ella para implorar la protección de la
Santísima Virgen.
Pero lo más consolador son los beneficios espirituales que dispensa
la Santísima Virgen por medio de esta Novena. Diríamos que esa bendita
devoción es el anzuelo con que María Santísima pesca innumerables almas
para el cielo; muchas, ciertamente, serán deudoras de su eterna
felicidad en la gloria a la eficacia de esa devota práctica.
Conversiones extraordinarias de pecadores moribundos que se logró
recibieran los últimos Sacramentos, a lo que se resistían; jóvenes
extraviados, devueltos al camino del bien y al hogar, de donde los había
arrancado la perversión; matrimonios que han recuperado el tesoro de la
paz y unión, que hacia tiempo habían perdido; almas atormentadas por
los escrúpulos y otras penas interiores, que recobraron la paz de
conciencia y el sosiego de su espíritu; en fin, devoto lector, que esta
Novena parece la panacea de todos los males, así del cuerpo como del
alma.
Si quieres convencerte de ello, pruébalo; haz una Novena o varias
para el remedio de tus necesidades o las de tu familia; pero hazla con
fe y confianza, y purifica tu alma con una buena confesión; acude en los
trances apurados a este piadoso ejercicio, y no dudo de que
experimentarás su eficacia y encontrarás hartos motivos para ser devoto
de la Madre de Dios y admirarte de su benignidad, que a cambio de tan
corto servicio tan regaladas mercedes dispensa al que se lo hace.
ORACIÓN PRIMERA
Oh María, Virgen poderosa, a quien nada es imposible! Os suplico, por
el poder con que os distinguió Dios Padre Omnipotente, que me socorráis
en la presente necesidad. ¡Oh Abogada de las causas más desesperadas,
ayudadme! En ello están interesados la gloria de Dios, vuestra honra y
el bien de mi alma.
Si la gracia que pido está conforme con la amabilísima y santísima
voluntad de Dios, interceded, omnipotencia suplicante, interced por mí
ante vuestro Hijo, que nada os puede negar. Os lo pido por ese poder
ilimitado que os comunicó el Padre Celestial, ya que, para celebrarlo,
os digo con Santa Matilde a quien revelasteis la práctica saludable de
las Tres Avemarías: Dios te salve, María, etc.
ORACIÓN SEGUNDA
Purísima Virgen, justamente llamada Trono de la sabiduría, porque en
Vos moró la Sabiduría increada, el Verbo de Dios, y os comunicó toda la
plenitud de su divina ciencia en la medida que podía participarla a la
más perfecta de las criaturas. Vos sabéis bien cuán grande es mi miseria
y la necesidad que tengo de vuestro auxilio.
Me abandono del todo en vuestras manos, confiando en que vuestra
divina Sabiduría lo ordenará todo con fuerza y suavidad a mayor gloria
de Dios y provecho de mi alma, y que, por los medios más convenientes,
acudiréis a socorrer mi necesidad.
¡Oh María, Madre de la divina sabiduría! Dignaos alcanzarme el favor
que solicito. Os lo pido por esa inefable sabiduría con que el Verbo,
Hijo vuestro, ilustró vuestra inteligencia, ya que, para celebrarla, os
digo con San Antonio de Padua y San Leonardo de Puerto Mauricio,
celosísimos propagadores de las Tres Avemarías: Dios te salve, María,
etc.
ORACIÓN TERCERA
¡Oh tierna y verdadera Madre de Misericordia, que en estos últimos
tiempos os habéis llamado Vos misma “Madre la más misericordiosa”! A Vos
acudo para que uséis conmigo de compasión y bondad, con tanta mayor
razón cuanto es mayor mi miseria.
No soy acreedor a la gracia que de Vos espero, ya que tantas veces os
he contristado, ofendiendo a vuestro divino Hijo; pero estoy
sinceramente arrepentido de haber traspasado con mis pecados el amante
Corazón de Jesús y el vuestro. ¿No sois Vos, según lo revelasteis a
vuestra sierva Santa Brígida, la “Madre de los pecadores arrepentidos”?
Perdonadme, pues, mis pasadas ingratitudes; y teniendo sólo en cuenta
vuestra misericordiosa bondad y la gloria que de ello resultará para
Dios y para Vos misma, obtenedme la gracia que os pido.
¡Oh Vos, a quien nadie ha implorado en vano! ¡Oh clementísima, oh
piadosa, oh dulce Virgen María! Dignaos socorrerme. Os lo pido por esa
misericordiosa bondad de que en favor nuestro os ha llenado el Espíritu
Santo, ya que, para celebrarla, os digo con San Alfonso María de
Ligorio, incomparable Apóstol de vuestra misericordia y doctor de las
Tres Avemarías: Dios te salve, María, etc.
Dígase por tres veces: María, Madre mía, preservadme de pecado mortal.
La siguiente oración puede rezarse al terminar la Novena de las Tres Avemarías
ORACIÓN FINAL
Acordaos, ¡oh clementísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a vuestra protección invocando
vuestro Poder, vuestra Sabiduría y vuestra Misericordia para el remedio
de sus males, haya visto defraudadas sus esperanzas.
Animado con esta confianza a Vos también acudo, ¡oh Poderosísima
Reina!, ¡oh Sapientísima Virgen!, ¡oh Misericordiosísima Madre!, os
suplico vengáis a socorrerme con estos tres atributos de que os adornó
la Beatísima Trinidad para consuelo de los desvalidos.
¡Oh piadosísima Señora! ¡Oh trono de la Sabiduría! ¡Oh clementísima
Abogada!, no despreciéis las súplicas de este pobre pecador, que implora
vuestro poder para que le defendáis y protejáis, vuestra sabiduría para
que le guiéis y enseñéis y vuestra misericordia para que, benigna, le
amparéis en todo peligro y le favorezcáis en sus necesidades.
¡Oh María, Hija del Padre, Madre del Verbo Encarnado y Esposa del
Espíritu Santo!, no despreciéis mi humilde oración; antes bien, acogedla
piadosa, interceded para que sea despachada favorablemente y brille más
a los ojos de todos vuestro gran poder, vuestra admirable sabiduría y
vuestra inagotable misericordia, y sea todo a gloria de la adorabilísima
Trinidad, que os enriqueció con tan preciosos dones. Amén.
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