Además de ser el argumento fundamental de nuestra fe cristiana, la Resurrección es importante por varias razones: Muestra la justicia de Dios que
exaltó a Cristo a una vida de gloria, luego de que Cristo se había
humillado a sí mismo hasta la muerte.
Fil 2,8-9
Fuente: A.J. MAAS en la Enciclopedia Católica
Con su Resurrección y posterior
Ascención a los cielos, Cristo completó el misterio de nuestra
salvación y redención; por su muerte nos libró del pecado, y por su
Resurrección nos restauró los privilegios mas importantes perdidos por
el pecado. Rom 4,25
Por
su Resurrección reconocemos a Cristo como Dios inmortal, la causa
eficiente y ejemplar de nuestr propia resurrección. ICor 15,21; Fil
3,20-21, y como el modelo y apoyo de nuestra nueva vida de gracia. Rom
6, 4-6; 9-11.
¿Por qué medios podría caer por
tierra la evidencia de la Resurrección de Cristo? Cuatro teorías han
intentado una explicación, aunque las dos primeras tienen escasos
defensores hoy en día.
1. Existe la teoría de aquellos que afirman que Cristo no murió
realmente en la cruz, que su supuesta muerte fue un desvanecimiento
temporal, y su resurrección simplemente un volver a la conciencia.
Esta teoría fue defendida por Paulus (Exegetisches Handbuch, 1842, II,
p. 929) y son algunas modificaciones por Hase (Gesch. Jesu, n 112), pero
no concuerda con los datos ofrecidos en los evangelios.
2. Se dice que los discípulos robaron el cuerpo de Jesús de la
tumba, y luego proclamaron a los hombres que su Señor había resucitado.
Esta teoría había sido anticipada por los judíos que “dieron una suma de
dinero a los soldados, diciéndoles: ‘Digan, sus discípulos vinieron en la noche y robaron el cuerpo mientras dormíamos” (Mt 28, 12ss).
Lo mismo fue señalado por Celso (Orígenes, Contra Celso, II, 56) con
algunas diferencias en los detalles. Pero asumir que los Apóstoles con
un peso tal sobre sus conciencias hubieran predicado un reino de verdad y
de justicia como el gran esfuerzo y causa de sus vidas, y que por razón
de ese reino hayan sufrido hasta la muerte, sería asumir una de esas
imposibilidades morales que pueden suceder en un arranque de exaltación
propia de la emoción del momento, pero que hubiera sido dejado de lado a
la hora de entrar nuevamente en razón.
3. Esta teoría, como la entienden generalmente sus defensores no
permiten visiones causadas por intervención divina, sino solo aquellas
fruto de agentes meramente humanos. Porque si admitimos una intervención
divina, también deberíamos creer, en tanto se refiere a los principios,
que Dios levantó a Jesús de entre los muertos.
Pero, ¿dónde es que entran en esta teoría los agentes humanos que
hubieran producido tales visiones? La idea de la resurrección de la
tumba era familiar a los discípulos por su fe judía; tenían asimismo
vagos indicios en las profecías del Antiguo Testamento, finalmente, el
propio Jesús había asociado siempre su Resurrección a las predicciones
de su muerte.
4. La Santa Sede, en el Decreto “Lamentabili” describe y condena
visiones defendidas por un cuarto grupo de opositores a la
Resurrección. Estos proponen entre otras cosas: “La Resurrección de
nuestro Salvador no es propiamente un hecho de orden histórico, sino un
hecho puramente del orden sobrenatural ni probado ni probable, el cual
la consciencia cristiana ha ido infiriendo poco a poco de otros hechos”.
Este postulado concuerda con lo que mas adelante explicaba
Loisy (“Autour d’un petit livre”, p. 8, 120-121, 169; “L’Evangile et
l’Eglise”, pp. 74-78; 120-121; 171). Según Loisy, primero, la entrada a
la vida inmortal de uno resucitado de entre los muertos no es algo
susceptible de ser observado; es sobrenatural, un hecho hiperhistórico,
incapaz de ser probado históricamente.
Primero, el argumento de que la Resurrección de Cristo no puede ser
probada históricamente no concuerda con la ciencia. La ciencia no sabe
lo suficiente sobre las limitaciones y posibilidades de un cuerpo
resucitado de entre los muertos a la vida eterna, para garantizar la
afirmación de que un cuerpo tal no pueda ser percibido por los sentidos,
nuevamente en el caso de Cristo, el sepulcro vacío con todas sus
circunstancias concretas no puede ser explicado sino por una
intervención milagrosa de Dios con carácter sobrenatural como el de la
Resurrección de Jesús.
Segundo, la historia no nos permite referirnos a la Resurrección como
resultado de una gradual evolución de la consciencia cristiana. Las
apariciones no eran simple proyección de la esperanza mesiánica de los
Apóstoles, que debía ser reavivada y fortalecida con las apariciones.
Nuevamente, los Apóstoles no comenzaron predicando la vida inmortal de
Cristo con Dios, sino que predicaron a Cristo Resucitado desde los
primeros tiempos, insistiendo en ello como un hecho fundamental y
describieron hasta algunos de los detalles ligados a este hecho: Hch 2,
24, 31; 3, 15,26; 4,10; 5,30; 10,39-40; 13,30, 37; 17,31-2; Rom. 1,4;
4,25; 6, 4,9; 8,11,34; 10,7; 14,9; ICor 15, 4,13ss.; etc.
Tercero, la negación de la certeza histórica de la Resurrección de
Cristo comporta graves y varios errores históricos: cuestiona la
objetividad real de las apariciones sin base histórica alguna para tal
duda; niega el hecho del sepulcro vacío a pesar de evidencias históricas
sólidas a favor de este hecho; cuestiona inclusive el hecho del
entierro de Cristo en el sepulcro de José, aunque este hecho esté basado
en el testimonio irrevocable de la historia.
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