domingo, 20 de abril de 2014

TEORÍAS CONTRARIAS A LA RESURRECCIÓN

Además de ser el argumento fundamental de nuestra fe cristiana, la Resurrección es importante por varias razones: Muestra la justicia de Dios que exaltó a Cristo a una vida de gloria, luego de que Cristo se había humillado a sí mismo hasta la muerte.
Fil 2,8-9
 Fuente: A.J. MAAS en la Enciclopedia Católica


Con su Resurrección y posterior Ascención a los cielos, Cristo completó el misterio de nuestra salvación y redención; por su muerte nos libró del pecado, y por su Resurrección nos restauró los privilegios mas importantes perdidos por el pecado. Rom 4,25

 Por su Resurrección reconocemos a Cristo como Dios inmortal, la causa eficiente y ejemplar de nuestr propia resurrección. ICor 15,21; Fil 3,20-21, y como el modelo y apoyo de nuestra nueva vida de gracia. Rom 6, 4-6; 9-11.

¿Por qué medios podría caer por tierra la evidencia de la Resurrección de Cristo? Cuatro teorías han intentado una explicación, aunque las dos primeras tienen escasos defensores hoy en día.

1.  Existe la teoría de aquellos que afirman que Cristo no murió realmente en la cruz, que su supuesta muerte fue un desvanecimiento temporal, y su resurrección simplemente un volver a la conciencia. Esta teoría fue defendida por Paulus (Exegetisches Handbuch, 1842, II, p. 929) y son algunas modificaciones por Hase (Gesch. Jesu, n 112), pero no concuerda con los datos ofrecidos en los evangelios.
 
2.  Se dice que los discípulos robaron el cuerpo de Jesús de la tumba, y luego proclamaron a los hombres que su Señor había resucitado. Esta teoría había sido anticipada por los judíos que “dieron una suma de dinero a los soldados, diciéndoles: ‘Digan, sus discípulos vinieron en la noche y robaron el cuerpo mientras dormíamos” (Mt 28, 12ss).

 Lo mismo fue señalado por Celso (Orígenes, Contra Celso, II, 56) con algunas diferencias en los detalles. Pero asumir que los Apóstoles con un peso tal sobre sus conciencias hubieran predicado un reino de verdad y de justicia como el gran esfuerzo y causa de sus vidas, y que por razón de ese reino hayan sufrido hasta la muerte, sería asumir una de esas imposibilidades morales que pueden suceder en un arranque de exaltación propia de la emoción del momento, pero que hubiera sido dejado de lado a la hora de entrar nuevamente en razón.

3.   Esta teoría, como la entienden generalmente sus defensores no permiten visiones causadas por intervención divina, sino solo aquellas fruto de agentes meramente humanos. Porque si admitimos una intervención divina, también deberíamos creer, en tanto se refiere a los principios, que Dios levantó a Jesús de entre los muertos.

Pero, ¿dónde es que entran en esta teoría los agentes humanos que hubieran producido tales visiones? La idea de la resurrección de la tumba era familiar a los discípulos por su fe judía; tenían asimismo vagos indicios en las profecías del Antiguo Testamento, finalmente, el propio Jesús había asociado siempre su Resurrección a las predicciones de su muerte.

4.  La Santa Sede, en el Decreto “Lamentabili” describe y condena visiones defendidas por un cuarto grupo de opositores a la Resurrección. Estos proponen entre otras cosas: “La Resurrección de nuestro Salvador no es propiamente un hecho de orden histórico, sino un hecho puramente del orden sobrenatural ni probado ni probable, el cual la consciencia cristiana ha ido infiriendo poco a poco de otros hechos”.

Este postulado concuerda con lo que mas adelante explicaba Loisy (“Autour d’un petit livre”, p. 8, 120-121, 169; “L’Evangile et l’Eglise”, pp. 74-78; 120-121; 171). Según Loisy, primero, la entrada a la vida inmortal de uno resucitado de entre los muertos no es algo susceptible de ser observado; es sobrenatural, un hecho hiperhistórico, incapaz de ser probado históricamente.

Primero, el argumento de que la Resurrección de Cristo no puede ser probada históricamente no concuerda con la ciencia. La ciencia no sabe lo suficiente sobre las limitaciones y posibilidades de un cuerpo resucitado de entre los muertos a la vida eterna, para garantizar la afirmación de que un cuerpo tal no pueda ser percibido por los sentidos, nuevamente en el caso de Cristo, el sepulcro vacío con todas sus circunstancias concretas no puede ser explicado sino por una intervención milagrosa de Dios con carácter sobrenatural como el de la Resurrección de Jesús.

Segundo, la historia no nos permite referirnos a la Resurrección como resultado de una gradual evolución de la consciencia cristiana. Las apariciones no eran simple proyección de la esperanza mesiánica de los Apóstoles, que debía ser reavivada y fortalecida con las apariciones. Nuevamente, los Apóstoles no comenzaron predicando la vida inmortal de Cristo con Dios, sino que predicaron a Cristo Resucitado desde los primeros tiempos, insistiendo en ello como un hecho fundamental y describieron hasta algunos de los detalles ligados a este hecho: Hch 2, 24, 31; 3, 15,26; 4,10; 5,30; 10,39-40; 13,30, 37; 17,31-2; Rom. 1,4; 4,25; 6, 4,9; 8,11,34; 10,7; 14,9; ICor 15, 4,13ss.; etc.

Tercero, la negación de la certeza histórica de la Resurrección de Cristo comporta graves y varios errores históricos: cuestiona la objetividad real de las apariciones sin base histórica alguna para tal duda; niega el hecho del sepulcro vacío a pesar de evidencias históricas sólidas a favor de este hecho; cuestiona inclusive el hecho del entierro de Cristo en el sepulcro de José, aunque este hecho esté basado en el testimonio irrevocable de la historia.

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