A veces el Señor nos regala días soleados en que
estamos consolados por Él y nos parece todo fácil. Suele ser en esos días y
momentos en que hacemos promesas y votos, creyendo que siempre estaremos así.
Luego vienen los días grises y nublados, en que estamos abatidos y
desconsolados, y entonces se nos hace difícil cumplir con lo que hemos
prometido, y perseverar en el bien.
Entonces estemos atentos y no nos envalentonemos
tanto cuando estamos bien, ni nos acobardemos demás cuando estemos mal. En todo
el justo medio es la virtud, y así, sepámoslo para otras ocasiones, cuando
estemos consolados y felices, seamos prudentes en lo que hacemos, prometemos y
decimos, sopesando que el día de mañana, e incluso el momento siguiente, puede ser
de oscuridad y descorazonamiento.
Esto lo dice el Señor con un ejemplo en su
Evangelio, cuando la persona no se sienta a calcular si podrá terminar la
construcción que piensa comenzar a edificar. O también de aquél rey que debe
pensar primero si podrá hacer frente a quien viene en su contra con mayor
número de fuerzas.
También nosotros, seamos prudentes, para pensar
antes de actuar y de elegir, porque ello será en beneficio de nuestra posterior
perseverancia, sopesando todas las contrariedades que podrán sobrevenir en el
camino.
No tengamos miedo porque la ayuda de Dios nunca nos
faltará. Pero es imprudencia no medir nuestra fuerzas y lanzarnos a la aventura
sin haber preparado bien un plan.
-Stma Virgen-
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