LA BESTIA ASTUTA
El hombre que ya ha entendido con su razón y su inteligencia esta verdad
sobre su ser y sobre su dignidad, siendo capaz de respeto al otro por
caridad con él, ya no vive para la gestión de su lujuria como la bestia
astuta de Spaemann.
Esteban Rodríguez Martín
El filosofo alemán Robert Spaemann, en
su ensayo "El rumor inmortal", define muy gráficamente el modelo
antropológico del postmodernismo laicista de raíces nihilistas como el
de la "bestia astuta". Se trata de la concepción del hombre como un
simio especialmente evolucionado dotado de una singular inteligencia o
astucia que lo diferencia de otros animales sin dejar de serlo. Dice
Spaemann que este hombre moderno que “se tiene a sí mismo como una
bestia astuta” ha renunciado a llegar al conocimiento de la verdad y
ocupa la mayor parte de su tiempo en cómo gestionar su lujuria, en cómo
satisfacer sus apetencias, deseos e intereses y en como estar en la
mejores condiciones para lograrlo. "Para una tal bestia no puede darse
nada parecido al conocimiento de Dios". "Ocupados solamente en gestionar
la propia lujuria consideran loco a todo disidente que se tome algo en
serio, como por ejemplo, la verdad”. Como hemos reflexionado en algunas
ocasiones se trata de un hombre que negando la ley natural la ha
sustituido por "la ley del deseo" que lo somete y eso lo ha alejado de
Dios.
En los componentes de la sexualidad animal de las especies más evolucionadas
como los mamíferos y las aves, la Zoología analiza tres parámetros
instintivos determinantes para la perpetuación de la especie. Por un
lado está el deseo, es decir la atracción sexual biológicamente natural.
El animal se siente atraído hacia cualquier individuo del sexo opuesto
de su especie. Por otro lado está el afecto, mediante el que se
selecciona ritualmente uno de entre todos los individuos de sexo
complementario, generalmente el mejor dotado de entre los disponibles,
que se usará en función de unos intereses marcados por el instinto de
conservación y de perpetuación. Y por último lo que se llama el vínculo
de apego, que es el que predispone a mantenerse unido con el individuo
concreto deseado por la atracción sexual y seleccionado por el afecto.
Tal vínculo se mantiene en la mayoría de los animales durante el periodo
de cría y desaparece cuando las crías son autónomas, momento en el que
también desaparece el interés afectivo de un individuo por otro.
En el hombre estos tres componentes puramente animales también están
presentes, es decir existe la atracción sexual hacia el sexo opuesto, la
tendencia a seleccionar por los afectos y las emociones a un sólo
individuo del otro sexo y a mantenerse unido con él a través del vínculo
de apego. Sin embargo en la sexualidad humana interviene un factor
diferencial con respecto a las bestias, en la sexualidad de los
individuos más desarrollados y mejor adaptados interviene la caridad
hacia el otro, es decir el amor. Se piensa en el otro no como en objeto
para satisfacer los intereses propios sino con la preocupación y el celo
por colmar sus aspiraciones.
Mediante esa caridad «el yo» toma conciencia de la dignidad
propia y de la del «del otro» igual, de su valor, y ello lo mueve al
respeto. Esa caridad hacia el otro implica la consideración de
compañero con el que se comparte la vida, no de simple «pareja» con la
que se cohabita temporalmente como los animales. El hombre, culmen de la
evolución animal, que alcanza la plenitud de su desarrollo es aquel que
se ha dado cuenta de que es un animal digno y que es eso lo que lo
diferencia del resto. Ese respeto al que le mueve haber tomado
conciencia de su dignidad y de la del otro semejante, a diferencia de
las bestias, modula en el hombre plenamente desarrollado y
emocionalmente maduro los instintos básicos: modula la atracción sexual,
modula los afectos y modula el vínculo de apego. En el hombre el
vínculo de apego se mantiene de por vida porque las crías humanas siguen
necesitando de unos progenitores unidos por el resto de sus vidas aun
cuando se hayan emancipado, cosa que no ocurre en los animales.
Por tanto, el hombre que ya ha entendido con su razón y su
inteligencia esta verdad sobre su ser y sobre su dignidad, siendo capaz
de respeto al otro por caridad con él, ya no vive para la gestión de su
lujuria como la bestia astuta de Spaemann, sino que vive para encontrar
la verdad y una vez encontrada actúa responsablemente conforme a sus
exigencias. En esa verdad encuentra su libertad para actuar al margen de
el determinismo del instinto animal, de apetencias egoístas, o de modas
mundanas. En esa verdad de la caridad hacia el otro encuentra la razón
para un noviazgo respetuoso, para un matrimonio indisoluble, para la
apertura a la vida en cada acto conyugal, para acoger a cada uno de los
hijos concebidos, para una vivencia de su sexualidad plenamente humana.
En esa verdad encuentra la fuerza para resistir a modas, a tentaciones o
imposturas ideológicas. En esa verdad se hace hombre y persona aprendiendo a vivir para darse al otro semejante
y deja de ser sólo una bestia especialmente astuta en la que la astucia
es usada para sacar provecho de otra bestia. Porque no ha renunciado a
la verdad ha sido libre para actuar con conocimiento y vive sin
remordimiento.
Por el contrario el hombre que se tiene a sí mismo como una bestia
astuta y que vive para la gestión de su lujuria a costa del otro, vive
en la amargura de una insatisfacción continua,en la neurosis del eros y
el tanatos, esclavizado por sus apetencias animales, apasionantes en su
imaginación, decepcionantes en su materialización y que lo sumen en un
traicionero remordimiento. Lope de Vega gritaba la angustia en estos
versos de «La Dorotea»:
«Oh, gustos de amor traidores,sueños ligeros y vanos,gozados, siempre pequeñosy grandes imaginados»
La cuestión final es si los dirigentes de los destinos del orbe deben ser las bestias astutas o los animales dignos,
si queremos ser respetados o si debemos permitir que la astucia sea
utilizada para que saquen provecho de nosotros. La cuestión es qué vamos
hacer cada uno de nosotros, en quién nos vamos apoyar y qué espíritu
nos va a mover para reconquistar esa dignidad que la bestia trata de
arrebatarnos desde el génesis de la humanidad. En quién vamos a confiar y
si vamos a demostrar la confianza con la obediencia. A quién vamos a
obedecer y frente a quién nos vamos a rebelar y combatir. En definitiva
se trata de elegir si queremos ser bestias astutas o personas dignas, si
viviremos con el objetivo de cómo gestionar con eficiencia todas
nuestras «lujurias» o con el objetivo de encontrar la verdad en la
caridad. Libertad o esclavitud. Verdad o engaño. Vida o muerte.
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