EL MAGIVIRUS
El magivirus fue el
primer virus mágico que existió.
P.P.S.
Era un encantamiento que iba pasando de
persona a persona, y bastaba con que dos hombres, mujeres, niños o
ancianos se tocasen, para que el virus cambiara de uno a otro.
Los efectos de este hechizo cambiaban dependiendo del enfermo, pero
solían ser pequeñas desgracias mágicas, como quedarse calvo de repente,
estornudar cubitos de hielo, llorar por los pies o tener las manos tan pegajosas que era imposible soltar nada que se hubiera agarrado.
Como no todo el mundo tocaba a otras personas con la misma
frecuencia, resultó que algunos pasaron la mágica enfermedad de forma
muy suave, pero otros, aquellos que menos contacto tenían con otras personas, llegaron a estar verdaderamente graves, sobre todo cuando pasaban más de 3 días con el virus.
Por supuesto, nadie pensaba que esas pequeñas desgracias fueran provocadas por un virus, y echaban las culpas a algún duende travieso o una bruja viajera.
Sólo el doctor Toymu Malo, el médico del lugar, comenzó a sospechar
algo después de haber sufrido él mismo la enfermedad más de veinte
veces, casi siempre tras alguna de sus visitas. De modo que empezó a hacer pruebas con sus pacientes y consigo mismo, y en unos pocos días ya estaba seguro de saber cómo se transmitía la enfermedad.
El doctor reunió a todo el pueblo y les comentó que su enfermedad
duraría tan poquito tiempo como tardaran en tocar a otra persona. Y así,
el pueblo se convirtió en la capital mundial del “pilla-pilla” el famoso juego en que uno corre tras los demás,
y cuando toca a alguien dice “tú la llevas”. Hasta los más viejetes
jugaban, y la salud de todos los del pueblo mejoró tantísimo con aquel
deporte, que el doctor recibió muchos premios y medallas.
Lo más gracioso es que, aunque todo sigue
igual, hace ya muchísimo tiempo que el magivirus cambió de pueblo sin
que nadie se diera cuenta. Se lo llevó un señor que estaba de visita, cuando tropezó con él un niño “contagiado” que corría tras otros niños.
Al regresar a su pueblo la historia fue un poco distinta, y en lugar
del pilla-pilla, se convirtió en la capital mundial de los abrazos:
abrazo viene y abrazo va, todo el que pasaba por allí recibía un fuerte abrazo y la mágica enfermedad.
Por eso mismo el virus tampoco tardó mucho tiempo en cambiar de pueblo
otra vez. Y en el lugar al que fue, la gente terminó besándose a todas
horas.
Y así, uno tras otro, el magivirus fue cambiando los hábitos de todos los lugares por los que pasaba,
convirtiéndolos en sitios más divertidos y amistosos, donde la gente se
sentía mucho más cercana. Y es tal el efecto, que a nadie le importa si
el virus sigue allí o si se ha ido, porque todos están encantados con
el cambio.
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