El peor perro guardián del mundo vigilaba un precioso palacete a las
afueras de la ciudad. Se hizo famoso no porque no ladrara a los
ladrones, que no lo hacía, sino porque, al ver a alguien con aspecto de
delincuente, le abría la verja y le invitaba a pasar.
Así, con la ayuda de la oscuridad, casi todas las noches podía verse
alguna sombra entrar al palacete y salir poco después cargada con sacos
llenos de joyas y objetos de valor. El rumor de una casa llena de
riquezas tan fácil de robar se extendió entre los ladrones de la zona, y
estos incluso crearon un listado para reservar la fecha en que podría
ir cada uno.
El encargado de hacer la lista y controlarla era Pocopaco, un joven
ladrón con cara de tontorrón. No llevaba la lista por ser el jefe,
claro, sino porque como después del robo cada ladrón desaparecía durante
algún tiempo, solo podía llevarla el último en robar. Y ese puesto le
había tocado a Pocopaco por ser el más tonto del grupo. Pero el pobre
Pocopaco no le daba importancia y esperaba con ilusión el día en que le
llegase el turno.
La noche en que por fin le tocaba robar a Pocopaco, este se acercó
caminando al palacete, pero cuando se disponía a cruzar la puerta, por
primera vez el peor perro guardián del mundo se puso a ladrar con
fuerza.
- Está bien, está bien, Sansón. Esta noche me quedaré contigo y no saldré con ningún saco. Ya los hemos atrapado a todos.
Y es que Pocopaco no era ningún ladrón, y mucho menos tonto, sino el
nuevo jefe de policía de la ciudad. Este, aprovechando que los ladrones
se dedicaban a robar porque no querían esforzarse trabajando, les había
tendido una trampa poniéndoles tan fácil robar aquella casa que no se
habían podido resistir. Y cuando cada noche entraba un nuevo ladrón,
pensando que iba a ser el robo más fácil de su vida, era detenido al
instante por un montón de policías. Y al rato era el mismo Pocopaco
quien salía de la casa cargado con el saco, haciendo creer a todos que
el robo había sido un éxito y se habían escapado con el botín.
Y así fue, pasando una temporada en la cárcel, como aquellos ladrones
descubrieron que cuanto mejor es algo, normalmente cuesta más esfuerzo
conseguirlo, y no al revés.
P. Sacristan
Ya te lo he ordenado ¡Sé fuerte y valiente. No tengas miedo ni te desanimes! El Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas. Josué 1,9
¡Sé fuerte y valiente y pon manos a la obra! No tengas miedo ni te desanimes, porque Dios el Señor mi Dios, estará contigo. 1Crón. 28,20
Manténganse alerta; permanezcan firmes en la fe; sean valientes y fuertes. 1Cor. 16,13
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