martes, 22 de julio de 2014

UN DIOS QUE RESCATA LO PERDIDO


En Lc 15,  el evangelista nos presenta las parábolas de la misericordia: la oveja perdida, la dracma perdida y que la dueña revuel todo para poder encontrarla y la parábola del Padre misericordioso.


En las 3 parábolas algo se ha perdido. Lo creemos descartable y sacrificable, como dice el Papa Francisco. Lo perdido y lo descartable de nosotros mismos, que por no desordenar la casa, la apariencia, la forma la estructura, dejamos que pierda su valor. Dios viene a revolver la casa, a buscar eso que a mí me parece descartable, esa oveja que ya no tiene sentido. Para Dios todo tiene sentido si dice algo de sus hijos que somos nosotros. Hoy descartables son los drogadictos cada vez más dificil de atender, los presos que preferimos tenerlos encerrados y sin derechos, los que encerramos en los psiquiátricos, son imágenes de lo que no nos gusta de nosotros mismos. ¿No ponene ellos en acto lo que nsotros no podemos hacer? Los tenemos ahí arrinconados pero son las imágenes de nuestras debilidades, que gracias a Dios y a muchas personas no se fueron desarrollando llevándonos más allá. Lo descartable, Dios lo busca y lo vuelve a recuperar, espera en la puerta con los brazos abiertos. No importa qué hizo, que vuelva; no importan quién es, ábranle las puertas.

Nos advierte el Papa Francisco, sobretodo a los curas, en no ponernos en aduana ni en jueces, porque nada ni nadie puede ponerle límites a la misericordia de Dios. Muchas veces tendremos que compungirnos por ser discriminadores de los demás porque nos muestran lo que no nos gusta.

San ignanio nos propone terminar en un coloquio con Cristo crucificado. Él es el que te vino a buscar y rescatar, el que te quiere más allá de lo que hagas, el que te espera con los brazos abiertos, él que representa al amor de su Padre porque nos recibe con una fiesta, ese es el que está en la cruz. San ignacio, tan realista en su modo de amar, no nos propone que pensemos qué vamos a cambiar, sino que nos animemos a amar a Cristo. Y por amor vamos a cambiar, como nos pasa siempre, si no es el amor el que nos llama a un cambio, no existe. Por ese Cristo, qué hice, qué hago, qué haré. No en el futuro, sino ahora, hoy. ¿Qué puedo ya? Porque eso chiquito es lo que nos invita a lo más grande. 

Padre Fernando Cervera sj



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