La Stasi vigilaba a Joseph Ratzinger
desde 1974 porque lo consideraba muy inteligente, en crecimiento en la
Iglesia y un fiero opositor del comunismo, incluso la Stasi llegó a
pensar que el hoy Benedicto XVI era un beligerante que apoyaba la
disuasión nuclear.“
La magnitud de sus esfuerzos de espionaje exigieron millones de horas de trabajo y billones de dólares.
Fuentes: Edward Pentin, Zenit
El Instituto Nacional de la Memoria de Polonia ha publicado un libro
en el que recopila los documentos que detallan cómo la Policía secreta
comunista mantenía bajo vigilancia al futuro Juan Pablo II, y cómo
buscaba materiales que permitieran chantajearle. Tenían razón en
vigilarle, pues fue clave en la caída del bloque comunista en 1989. Sin
embargo, también otro libro de Andrea Riccardi menciona como un miembro
del Partido fue pieza clave para el ascenso de Karol Wojtyla a la
diócesis de Cracovia.
“Como sacerdote, profesor y pastor, y
después como Obispo y metropolitano de Cracovia, Karol Wojtyla fue visto
por el Gobierno como un peligroso enemigo ideológico”, asegura el editor del libro, Marek Lasota en la introducción de “Hacia la Verdad y la Libertad: La Policía Secreta Comunista y Karol Wojtyla”.
“Esto se comprueba por el uso de una
gama completa de métodos operativos y técnicos contra él, desde
pincharle el teléfono y espiarle la correspondencia, hasta la
observación directa a través de un red de agentes destinada a labores de
contra información”, continñua Lasota.
Las 687 páginas del volumen se inauguran con un documento policial de
mayo de 1946, cuando el futuro pontífice era aún seminarista, y en el
que se investigan posibles conexiones con un grupo patriótico de
estudiantes en Cracovia.
El último de los documentos recogidos en el libro es un criptograma
destinado al Ministerio del Interior en Varsovia, fechado el 24 de mayo
de 1978, en el que se cita una petición del entonces cardenal Wojtyla en
la que pedía permiso para realizar una procesión con motivo de la
festividad del Corpus Christi desde la catedral de Wawel y se exponen
las razones del rechazo oficial.
La colección de documentos muestra cómo la vigilancia y el acoso se
incrementó notablemente después de que el padre Wojtyla fuera nombrado
obispo en 1958, circunstancia que aumentó las peticiones de la Policía
comunista secreta de más información y, sobre todo, más precisa, sobre
su vida y el trabajo que desempeñaba, según recoge la Catholic News
Agency.
Entre las docenas de cuestiones que eran trasladadas a los
informantes, la Policía secreta preguntaba por las ropas del obispo,
cómo se afeitaba, así como sobre la radio que escuchaba, su máquina de
escribir y quién le ayudaba a mantener estos aparatos.
Se cree que alrededor del 10 por ciento del clero católico entonces
habría ejercido labores de información en la Polonia comunista, aunque
los ratios más altos de reclutamiento se dieron en algunas diócesis en
los años 80.
En abril de 2005, poco después de la muerte del Papa, la misma
institución que ha elaborado este libro acusó al padre dominico polaco
Konrad Hejmo de haber espiado al Pontífice durante dos décadas en Roma.
En “La Biografía” de Andrea Riccardi, fundador de San Egidio, de
revelaciones y hechos inéditos sobre la vida del Papa polaco, se
menciona que un dirigente comunista estuvo en el origen de la carrera
que llevó a Wojtyla ser elegido Papa.
Muy interesante es el fragmento sobre Stefan Wyszynski, primado de la
Iglesia en Polonia. Su deber, en base a los poderes especiales
concedidos por Pío XII -y después confirmados por sus sucesores- de
elegir candidatos al episcopado.
Se cuenta que cuando en los ´60, el primado tenía que negociar los
nombres de los ordinarios diocesanos con el poder político polaco, surge
de los ambientes intelectuales de Cracovia el nombre del vicario
capitular Wojtyla, pero este no estaba entre los preferidos de
Wyszynski.
De cualquier modo, introdujo el nombre de Karol en la lista aunque al
final, en último lugar. En 1963 el Comité central del PC rechaza la
selección de candidatos, incluido Wojtyla considerado “un adversario teológico muy peligroso”.
La pregunta es obligada: después de todas estas opiniones negativas
¿cómo se llega al ascenso de Wojtyla? Parece, según la reconstrucción de
Tad Szulc, que el diputado católico Stanislaw Stomma se dirigió a Zenon
Kliszko que se ocupaba en el Politburo de cuestiones espirituales e
ideológicas.
Fue Stomma el que le sugirió el nombre de Wojtyla como guía de la
archidiócesis de Cracovia. El 19 de diciembre de 1963, al final el
premier Cyrankiewicz comunica al primado que el gobierno no se opondría
al nombramiento de Wojtyla.
“Probablemente – explica Riccardi –
la idea de Kliszko es la de usar la personalidad particular de Wojtyla
como alternativa a Wyszynski. Así un dirigente comunista como Kliszko
estuvo, después del arzobispo que lo quiso como auxiliar, en el origen
de la carrera que permitió a Wojtyla ser elegido Papa”.
“No es verdad - aclara también Riccardi - que Wojtyla fuese impuesto a Wyszynski, pero sí que este no era su candidato preferido como arzobispo de Cracovia”.
Dos hombres muy distintos, entre los que, sin embargo había afecto. Sobre todo, ambos “creen en la necesidad de un
compromiso social fuerte y no son adeptos al capitalismo, pero en ambos
no hay signos de estima o interés por el marxismo. En la base de sus
convicciones está la idea de que el cristianismo es una fuerza de
liberación para la sociedad y para el hombre”.
En 1974, un Trabant -un coche viejo de Alemania del Este- traqueteaba
a través de los campos de Turingia, una provincia de la comunista
República Democrática de Alemania. En el sitio del copiloto se sentaba
el profesor Joseph Ratzinger y al volante estaba el padre Joachim Wanke,
entonces asistente del seminario local, el único en la RDA. Los dos
sacerdotes, escribe Rainer Erice, un periodista de la radio alemana
Mitteldeutsche Rundfunk Thüringen (MDR), se encontraban realizando una
excursión a las históricas ciudades de Jena y Weimar. Era un momento de
relajación durante la breve visita del padre Ratzinger a Alemania del
Este, cuyo propósito era dar una serie de ponencias a los estudiantes y
teólogos de Erfurt, capital de Turingia.
Lo que le dio importancia a esta visita, sin embargo, es que marcó el
comienzo de la vigilancia a la que sometió la “Stasi”, o policía
secreta de Alemania del Este, al padre Ratzinger.
Que el profesor Ratzinger fue espiado por los informantes de la Stasi
ya se sabía. En 2005, se supo que los agentes de Alemania del Este
habían tenido archivos sobre el recientemente elegido Papa. Pero ahora
archivos descubiertos por el MDR, añaden más luz sobre cómo consideraba
la policía secreta al futuro Pontífice y quién se encargaba de informar
sobre él.
Los documentos revelan que en 1974, la Stasi era muy consciente de
que el padre Ratzinger tenía futuro en la Iglesia, pero no tenían espías
adecuados para seguirle. Todo lo que sabían en ese momento (de un
informante no oficial llamado Birke, empleado del obispo de Meissen) era
que el profesor Ratzinger había realizado ponencias sobre teología
moderna a estudiantes y académicos durante su visita.
A medida que el papel del profesor crecía en la Iglesia, la policía
de Alemania del Este comenzó a interesarse más por sus actividades e
intensificó los esfuerzos, de acuerdo con el informe de Erice. En la
época en que monseñor Joseph Ratzinger, arzobispo de Munich visitó
Berlín, en 1978, para encontrarse con el cardenal Alfred Bengsch,
presidente de la Conferencia Episcopal, la sección de exteriores de la
seguridad de Alemania del Este ya había asumido la tarea de espiarle y
había asignado a numerosos informante no oficiales en ambas Alemanias.
El servicio secreto de la RDA consideraba al profesor Ratzinger como “conservador, reaccionario y autoritario”, escribe Erice y que Juan Pablo II había señalado al entonces cardenal Ratzinger para que fuese el organizador de “la contrarrevolución en Polonia”. Más notas de la Stasi revelan que lo consideraban “uno de los más fieros opositores al comunismo”; creían que apoyaba la disuasión nuclear entre los bloques militares del Este y del Oeste y que consideraba el pacifismo “poco realista”.
Pero Erice añade que, a pesar de “los cientos de páginas” de información sobre Joseph Ratzinger, había “poca información significativa”, y los informes individuales de espionaje extranjero fueron casi “destruidos en su totalidad”. Los documentos descubiertos están relacionados sólo con “la información básica sobre el autor y el motivo por el que fue recogida tal información”.
Sin embargo los documentos revelan detalles interesantes sobre los
agentes de la Stasi encargados de informar sobre Joseph Ratzinger. Erice
escribe que “al menos había una docena de empleados no oficiales”
encargados de esta tarea. En este grupo se incluye a dos profesores
universitarios de Alemania del Este considerados por la Stasi como “de confianza”:
el agente “Aurora”, un profesor de ateísmo científico en Jena y
Warnemünde, mientras que el agente “Lorac” trabajaba de incógnito como
profesor de teología en Leipzig. El agente “Georg” estaba en el comité
ejecutivo de la Conferencia Episcopal de Berlín y estaba, aparentemente,
muy informado de los asuntos internos de la Iglesia.
En Alemania del Oeste, la red de la Stasi incluía a un monje
benedictino en Trier conocido con el nombre en clave de “Lichtblick”
(rayo de esperanza). Lichtblick espió para la Stasi durante décadas y
según Erice, “dio informes extensos y fiables sobre los sucesos en el Vaticano”.
Otro agente no oficial conocido como “Antonius” era un periodista de la
agencia católica alemana de noticias, KNA, que dio muchísima
información sobre el Papa, el cardenal Ratzinger y el Vaticano.
Otro periodista fue contratado en Munich bajo el alias “Chamois”,
mientras que un espía especialmente importante fue un político
perteneciente al partido Christian Social Union y un antiguo confidente
de Franz Josef Straus, que fue líder de dicho partido. El agente era
conocido con los nombres en clave de “Lion” y “Trustworthy”. Esta red de
información también traspasaba las fronteras de Alemania. En Italia, la
Stasi empleó al agente “Bernd” que proveía de información sobre la
política de exteriores de la Santa Sede.
Con todos estos informadores colocados, Erice escribe que la Stasi
estaba bien organizada cuando Joseph Ratzinger viajó a Dresde en 1987
para encontrarse con un grupo de católicos. “La Stasi realizó un gran
esfuerzo en la vigilancia del encuentro”, dice Erice, esforzándose para
que la vigilancia pasase desapercibida sobre todo en el paso de la
frontera. “Las fuerzas de seguridad recibieron instrucciones para darle un trato preferente y educado cuando cruzase la frontera”, dicen los informes y que molestias como los registros de equipaje usualmente aplicados a los visitantes occidentales “tenían que omitirse”.
Pero a pesar de sus grandes esfuerzos, Erice dice que la Stasi
cometió algunos errores básicos. Escribió mal la ciudad natal del Papa,
Merkl en vez de Marktl. Y, a pesar de que lo querían retratar
negativamente, no pudieron evitar hacer alguna observación positiva.
Además de alabar su gran inteligencia, destacaron: “Aunque puede parecer tímido al principio en una conversación, tiene un encanto que te gana”.
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