SIN MIEDO A LA LIBERTAD QUE VIENE DEL ESPÍRITU SANTO
"El Espíritu Santo
vence el miedo.
Sabemos que los discípulos se habían
refugiado en el Cenáculo después del arresto de su Maestro y
allí habían permanecido segregados por temor a padecer su
misma suerte. Después de la Resurrección de Jesús, su miedo
no desapareció de repente. Pero en Pentecostés, cuando el
Espíritu Santo se posó sobre ellos, esos hombres salieron
del Cenáculo sin miedo y comenzaron a anunciar a todos la
buena nueva de Cristo crucificado y resucitado. Ya no tenían
miedo alguno, porque se sentían en las manos del más fuerte.
Sí, queridos hermanos y hermanas, el Espíritu de Dios,
donde entra, expulsa el miedo; nos hace conocer y sentir que
estamos en las manos de una Omnipotencia de Amor: suceda lo
que suceda, su Amor infinito no nos abandona. Lo
demuestra el testimonio de los mártires, la valentía de los
confesores de la fe, el ímpetu intrépido de los misioneros,
la franqueza de los predicadores, el ejemplo de todos los
santos, algunos incluso adolescentes y niños. Lo demuestra
la existencia misma de la Iglesia que, a pesar de los
límites y las culpas de los hombres, sigue cruzando el
océano de la historia, impulsada por el soplo de Dios y
animada por su fuego purificador."
(Benedicto XVI. Homilía. 31 de
mayo de 2009)
El Papa Francisco se
refiere en dos puntos de la Evangelii Gaudium al
tema "Los desafíos están para superarlos con audacia"
(números 49 y 109) que transcribimos a continuación.
En el sector central de
esta edición de El Camino de María podremos leer y
meditar una síntesis de la homilía pronunciada por Francisco
en la Santa Misa celebrada el 13 de diciembre de 2013:
«Sin miedo a la libertad que viene del Espíritu Santo».
En la
homilía el Papa señala que hay cristianos que tienen
«cierta alergia a los predicadores de la Palabra»: aceptan
«la verdad de la Revelación», pero no «al predicador»,
prefiriendo «una vida encerrada». Sucedía en tiempos de
Jesús y, por desgracia, sigue sucediendo aún hoy a quienes
viven encerrados en sí mismos, porque tienen miedo a la
libertad que viene del Espíritu Santo.
Los desafíos están para
superarlos con audacia
49. Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la
vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo
que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de
Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y
manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma
por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias
seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el
centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones
y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y
preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos
nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la
amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los
contenga, sin un horizonte de sentido y de vida.
Más que el temor a equivocarnos, espero que
nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos
dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven
jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos
tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y
Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de
comer!» (Mc 6,37).
109. Los desafíos están para superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!
109. Los desafíos están para superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!
Así pues, la imagen del Evangelio con «los niños que
tienen miedo de bailar, de llorar», que tienen
«miedo a todo, que piden seguridad en todo», lleva a
pensar «en esos cristianos tristes que critican
siempre a los predicadores de la verdad porque tienen
miedo de abrirle la puerta al Espíritu Santo». De
ahí la exhortación de Francisco a rezar por ellos y a
rezar también por nosotros mismos, para que «no
seamos cristianos tristes», de esos que quitan
«al Espíritu Santo la libertad de venir a nosotros a
través del escándalo de la predicación».
S.S. Francisco
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