viernes, 4 de julio de 2014

«¿QUIÉN SOY YO PARA JUZGAR?»

LAS FISURAS EN LAS QUE OPERAN QUIENES QUIEREN CAMBIAR LAS ENSEÑANZAS DE LA SANTA IGLESIA Y JUSTIFICAR CONDUCTAS CONTRARIAS A LA DOCTRINA 
Esta foto de los Frailes Franciscanos de Boston participando sonrientes en el festival nacional gay con un stand frente al cual se encuentra un banner con las palabras “¿Quién soy yo para juzgar?” en los colores del arco iris, vale más que mil artículos. Habla del terrible malentendido de las palabras del Papa Francisco el 29 de julio de 2013 expresadas a los periodistas en el avión de regreso del viaje a Brasil.
Las fisuras en las que operan quienes quieren cambiar la enseñanza de la Iglesia.
En junio se ha celebrado en todo el mundo el Orgullo Gay, especialmente en occidente, marchas a las que se han sumado cientos de sacerdotes y parroquias católicas enteras, desfilando junto con los homosexuales reivindicando su estilo de vida.
Fuente: La Nuova Bussolla Quotidiana

Es bastante irónico que a un Papa que todos le reconocemos el carisma de la simplicidad y la inmediatez, que llega directamente al corazón, también encienda disputas sobre la interpretación de lo que dice y – a veces – de lo que piensa.

Desde este punto de vista, sin duda, la frase “¿Quién soy yo para juzgar?” es el símbolo de este pontificado. No pasa un día sin que en algún lugar del mundo alguien use esta frase, siempre para justificar conductas que entran en conflicto con la doctrina moral católica, en especial con respecto a la homosexualidad.

En los medios de comunicación de todo el mundo esa frase, inmediatamente se interpreta como “la apertura de la Iglesia a los homosexuales”, pero sobre todo dentro de la Iglesia ha habido un hervidero de actividad pro-gay, que está demostrado en el aumento exponencial de las parroquias del mundo occidental desarrollado organizando vigilias en el día contra la homofobia de mayo (este año han participado más de veinte ciudades en Italia) y en la multitudinaria presencia de parroquias católicas y sacerdotes y religiosos/as en la Marcha del Orgullo Gay en Boston.

No sólo eso, en la víspera del próximo Sínodo sobre la Familia (de octubre) grupos católicos homosexuales estarán participando en Roma el 3 de octubre en “Le strade dell’amore”, una conferencia internacional “por una pastoral con las personas homosexuales y transexuales”.

La razón, según los organizadores, es que “no se puede hablar de familia sin hablar de todas las familias, incluyendo aquellas que han tenido que enfrentarse a la homosexualidad.”

Para apoyar esta posición estará presente el obispo Geoffrey Robinson “ex obispo auxiliar de Sydney, que se preguntará cómo la Iglesia católica puede avanzar hacia una nueva comprensión de la vida y los amores de las personas LGBT”; el Padre James Alison, “sacerdote inglés y teólogo católico que ha trabajado mucho en América del Sur y tiene una serie de publicaciones dedicadas a la relación entre la conciencia católica y la conciencia gay, quien explicará cómo los gay y transgénero se pueden convertir en los protagonistas de una nueva evangelización, más inclusiva y capaz de dar cabida a toda la diversidad y liberarlos del clima de opresión y discriminación que impera en muchas partes del mundo”; la teóloga y Hermana Dominicana Antonieta Potente, “que ofrecerá algunas ideas para llegar finalmente a un nuevo enfoque, más inclusivo, cuando se trata de la evangelización de las personas LGBT”. Y esto sólo de los disertantes católicos.

Y ahora, la revista teológica internacional Concilium, que fue fundada, entre otros, por Karl Rahner, punto de referencia para la mayoría de los teólogos del mundo, ha dedicado el último número (2/2014) a “¿Quién soy yo para juzgar?” (haga click aquí), donde teoriza la superación de la ortodoxia, o si se quiere, se afirma el relativismo doctrinal y teológico.

Se podría seguir, pero esto ya es suficiente para entender que la participación en el Orgullo Gay de los franciscanos en Boston – que afirman tener el pleno apoyo de la Arquidiócesis, encabezada por el cardenal Sean O’Malley – no es en absoluto un caso aislado o de gente fuera de control de ciertas órdenes religiosas.

Esto se demuestra por el hecho de que en Boston, en la iglesia de Santa Cecilia se celebran regularmente “Misas Rainbow” para la comunidad gay, y cuando se produjo la intervención de un conocido activista pro-vida que ha tomado una posición en contra de esta deriva, el semanario diocesano “The Pilot” ha publicado numerosas intervenciones de sacerdotes y diáconos censurando fuertemente a los pobres pro-vida.

Todo esto, sin embargo, pone énfasis en un factor: la apertura de la Iglesia a los homosexuales no es tanto en las palabras del Papa como en las intenciones del oyente, que utiliza la manera informal de hablar del Papa para promover sus proyectos.

Está claro que esta realidad paralela de la enseñanza ha existido durante muchos años, trabajando en forma más o menos oculta después del Concilio Vaticano II, conquistando seminarios y universidades pontificias en silencio, una tras otra.

En los años de San Juan Pablo II y Benedicto XVI, desfavorables desde el punto de vista de la teología y la pastoral, continuaron trabajando y creciendo – y el lobby gay también ha ganado posiciones de poder dentro de la Iglesia – y hoy, pensando que tienen una Papa favorable a ellos, están convencidos de que finalmente pueden cambiar la doctrina de la Iglesia. Y el próximo Sínodo sobre la familia sin duda será el primer banco de prueba.

Sin embargo, si vamos a lo que realmente dijo el Papa en más de una ocasión, estos cálculos pueden estar muy mal. Ya en la famosa alocución en el avión, el significado de “¿Quién soy yo para juzgar?” era claramente diferente de la forma en que se ha interpretado y se repite continuamente.

Como recordarán, el Papa estaba respondiendo a una pregunta sobre el lobby gay en el Vaticano y, después de afirmar que nunca nadie le había dado una tarjeta de identidad gay en el Vaticano, dijo:
 
“Si una persona es gay y busca al Señor de buena voluntad ¿quién soy yo para juzgar? El Catecismo de la Iglesia Católica dice que estas personas no deben ser objeto de discriminación, sino aceptarlas. El problema no es tener estas tendencias, son hermanos, el problema es hacer lobby”.

La declaración no fue la justificación del relativismo moral o la indiferencia ante el pecado – de lo contrario no insistiría tanto en la Confesión – sino el reconocimiento de que todos somos pecadores y necesitamos el perdón. Un concepto que ha aclarado mejor hace unos pocos meses, el 17 de marzo, durante la homilía en Santa Marta, recordando la exhortación de Jesús: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso.” En esta ocasión el Papa Francisco insistió en el hecho de que “todos somos pecadores”, y experimentar la misericordia del Señor en nosotros nos hace misericordiosos.

Así que no es la abolición del pecado, por el contrario, es una conciencia más aguda del pecado que lleva a “no juzgar” a las personas “si usted busca al Señor y tienen buena voluntad”, como le dijo a los periodistas en el avión, es decir, si reconocen su pecado y buscan la misericordia de Dios.

Este no es el caso de los franciscanos en Boston o de los teólogos de Concilium y muchos otros que afirman con orgullo su pecado y lo reclaman para ser apreciado como una virtud, por lo que el “¿Quién soy yo para juzgar?” se convierte en un “liberanos a todos” moral.

Sigue siendo la paradoja que un Papa tan comunicativo, tan directo, sea al mismo tiempo tan fácilmente manipulado. Un problema de comunicación que el Vaticano debe tener en cuenta.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

GRACIAS POR TU COMENTARIO, PRONTO ESTAREMOS COMUNICANDONOS CONTIGO...

CON AMOR, MARIAM...

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...